Muchas, muchas variantes y todas ellas con su peculiaridad han ido desarrollando lo que entendemos por dispositivos tácticos en el fútbol. Como en tantos otros campos de la vida, las técnicas de juego han ido evolucionando en base a las necesidades que rogaba el momento. La cuestión que nos une a ti y a mí en esta reunión de palabras es saber por qué cuando un entrenador pone de moda un esquema de juego, consecuentemente el resto del gremio intenta calcar su ejemplo aun teniendo un cuadro de características completamente diferentes.
Esquemas de juego, que no sistemas. Porque el fútbol rígido y meramente estático quedó anclado en décadas del siglo anterior; el movimiento y el intercambio de roles forma parte nuestro tiempo. Cuando un equipo salta al campo con un 3-4-3, sabemos que los hombres que ocupan sus respectivas posiciones antes del pitido inicial nunca cumplirán a rajatabla el dibujo una vez el árbitro indique el comienzo del encuentro. La racionalidad, vía para la ocupación estratégica de los espacios, pierde contenido en cuanto los veintidós jugadores echan a correr. También ayuda que el entrenamiento físico y la capacidad asociativa prime hoy en detrimento del individualismo de hace algunos años. Al igual que en la política, las estrategias que se lleven a cabo no pueden ir en sentido contrario al contexto; la mano del entrenador tiene hoy una influencia incomparable a la de ayer. Que once rostros con distintas aptitudes se complementen es cada día más difícil de acertar.
Y ese acierto es el que hoy –y siempre- marca la diferencia a la hora de convertir un esquema táctico en un símbolo impoluto. “Sólo” es cuestión de éxito. La historia nos dice que un sistema alcanza la aprobación popular cuando previamente ha dado de sí para sumar logros (en forma de títulos o de victorias).
El caso italiano
Aprovechando las recientes declaraciones de Gian Piero Gasperini (desahogue en contra de Moratti), llama la atención cómo en un chispazo temporal la defensa de tres se ha cristianizado en muchos conjuntos del Calcio italiano. Ojeando la tabla actual de la Serie A, los 4 primeros clasificados (Juventus, Napoli, Inter y Fiorentina) coinciden numéricamente en su línea defensiva.
Aprovecho para indicar que el caso del Inter es una gran muestra para entender el paradigma que sobrevive en la relación esquema de juego y jugadores. En la cual surge una ruptura entre el esquema y la comodidad de los figurantes que conforman el plantel. Hace un año Gasperini se hizo cargo de la escuadra interista con la idea de implantar su contraproducente 3-4-3. Una predisposición muy atractiva al igual que equivocada. Véase la siguiente figura:
Entre otras trastadas, Javier Zanetti llegó a jugar de central, Sneijder ocupó la banda izquierda y Forlán (y Diego Milito en otros partidos) jugó escorado en banda contraria. Un sinfín de barbaridades injustificables. Un ejemplo de cómo ganarse los pitidos de la grada. Un ejemplo también de cómo desequilibrar tu propio equilibrio, logrando que las individualidades del once resten al colectivo en vez de generar sinergias positivas.
Sin embargo, la llegada de Stramaccioni significa la corrección de lo anteriormente comentado. Se ficha adecuadamente (Cassano, R. Palacio, Pereira, la vuelta de Coutinho…), y jugadores que ya formaban parte de la plantilla asumen (Ranocchia, Zanetti, Nagatomo, Milito) con rigor su papel en el modelo de juego. Pero lo que es más importante, ingrediente indispensable para tener contento a los jefes y a la vez desarrollar tus ideas, Strama cuenta con buenos resultados: salvan el grupo de la Europa League y se mantienen candidatos en la lucha por el Scudetto (ganando incluso en casa del vigente campeón, la Juventus). Algo con lo que Gasperini (de 5 partidos perdió 4 y logró empatar uno) no tuvo la ocasión de toparse.
Alineación habitual de Strama (3-4-3): Handanovic – Ranocchia, Samuel, J. Jesús -Zanetti, Gargano/Guarín, Cambiasso, Nagatomo/Pereira – Palacio, Milito, Cassano
Por otro lado, también equipos como Palermo, Siena, Udinese, Parma… e incluso Milan (lo vimos contra el Málaga en Champions) han acogido este diseño táctico. Muchos son los entrenadores que han adoptado esta «nueva» forma de distanciar al rival de la portería.
La Azzurra bianconera
El culmen de esta nueva línea llegó el año pasado con el irrisorio paseo liguero de la Juventus; al equipo de Conte le sobraron partidos para ganar la liga y su tan conocido 3-5-2 (o 5-3-2 para algunos) no quedó inadvertido. Y eso, en año de Eurocopa, tiene un fuerte efecto en una selección Azurra especialmente desprestigiada. Lo que hace Prandelli es, al estilo delbosquista, vestir de blanquiazul a esos pilares que sustentan el mejor equipo del país. Aunque en este caso el tridente en defensa lo utilizó para enfrentarse a España y Croacia en fase de grupos (1-1 por partida doble). A partir de ahí, «su» 4-4-2 volvió a ser una constante hasta el final del torneo. Quién sabe qué hubiera ocurrido en la final si Italia nos hubiese planteado el 3-5-2 que tantos problemas nos causó en el primer partido. Seguramente hubiéramos ganado igual.
El caso, este y tantos otros, es que la victoria -una vez más- es la única valedera para el éxito en este deporte. Y desde el 1-1-8 hasta el 4-4-2 todas las tácticas han pasado por un camino -de moda- similar. No hay nada extraño en su explicación, todos hemos seguido la corriente alguna vez. La influencia ni es buena ni es mala, es humana: sucede y seguirá transcurriendo.
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