Analizar la viabilidad económica de la Segunda B y la Tercera División sin contextualizarlas dentro de un todo compuesto por el conjunto del fútbol español sería muy sencillo: Son absolutamente insostenibles.
Me acuerdo de aquella frase que decía que el fútbol es un genial espejo de la sociedad. Y echando la vista atrás, ratificar la veracidad de esa máxima puede ser incluso macabro. En la última década no sólo ha sido un termómetro de la realidad social, sino que los caminos del fútbol y el conjunto del país durante los últimos diez años van de la mano.
Sólo así se explica la intervención de innumerables mecenas provenientes de promotoras y constructoras inmobiliarias, que han hecho posible disparates como ver salarios superiores a los 100.000 euros anuales dentro de equipos que apenas eran capaces de generar el triple de esas cantidades por sí mismos. Y junto a la aparición repentina de estos empresarios ha ido ligada, por lo general, la connivencia en forma de colaboración económica de las instituciones públicas, que a través de patrocinios, subvenciones, cesión de instalaciones, convenios de colaboración, o recalificación de terrenos (que de forma casual han tendido a favorecer a esos promotores) han tejido la red de clientelismo que ha profesionalizado de forma ficticia unos clubes que no lo eran, generando para los años venideros, en los que nos encontramos, deudas imposibles.
Las consecuencias a estos despilfarros son escalofriantes: Más de 600 denuncias por impagos en Segunda B durante la pasada campaña, decenas de deudas heredadas para décadas, muchas de ellas gestionadas a través de la injusta Ley Concursal. A esto hay que unir la pérdida de la categoría para históricos de nuestro fútbol como el CD Castellón, el abandono de la competición por parte de varios clubes a mitad de temporada debido a la imposibilidad de hacer frente a los pagos, encierros de jugadores que no cobran durante meses en Segunda B y Tercera, desamparo televisivo con la quiebra técnica de alguna de las televisiones autonómicas…
La situación es esperpéntica y mientras tanto, ninguna voz se ha alzado reconociendo errores, o asumiendo ningún tipo de responsabilidad. Y, gestión irresponsable al margen, ¿en qué posición deja este caos económico a la Federación Española, que jamás planteó una fórmula para garantizar el cobro de estos jugadores y proveedores?
Las instituciones se han convertido en cómplices, generalmente, por omisión. Y prueba de ello es el deshonroso sindicato de futbolistas que, ausente durante años, sigue más pendiente del futbolista profesional, generalmente ajeno a estas miserias, que de amparar a los jugadores más humildes. Quizá sea que el presidente de la AFE necesita saciar sus ansias de protagonismo, cuota de pantalla que sólo los clubes de la LFP le pueden proporcionar, o quizá sea, simplemente, que intervenir en cuestiones estructurales o proponer un gran Fondo de Garantía Salarial para clubes regionales sea poco rentable para la RFEF, sin la cual poder viajar a Polonia y a Ucrania para presenciar la Eurocopa, entre otros viajes didácticos.
Conspiraciones al margen, lo cierto es que no es la única institución responsable. La madre de todos los despropósitos vive en Las Rozas. Y vive muy bien.
La Federación Española tiene el honor de haber sido espectadora de lujo de todo lo acontecido, aunque no siempre ha sido así. La pasada navidad, cuando la debacle ya era irreversible, y de minimizar los daños y sentar las bases de un Fútbol Modesto mejor se trataba, en uno de esos estómagos agradecidos que pululan por RFEF surgió una brillantísima idea: Pedir un aval para aquellos clubes que hubieran tenido deudas en las últimas temporadas, con el fin de garantizar el pago a los jugadores. No tendría más remedio que reconocer la validez de la propuesta… de no llegar 15 años tarde. En cualquier caso, acercarse a la letra pequeña era suficiente para comprobar que este decreto federativo no era sino otro tropezón de los chicos de Ángel María. Tanto es así que este aval no era tal, sino tan sólo un depósito a abonar a la Federación, para aportar el cash necesario para esos gastos imprevistos que allí se originan, imagino. Sin embargo, creo que resulta obvio que pedir cantidades como 200.000 € a entidades que generan poco más que eso durante todo un año es una locura, y más cuando con esta medida no sólo se está dejando a antiguos acreedores sin cobrar, sino que se pone en duda el que los mismos jugadores puedan recibir sus salarios. Y todo eso en caso de poder reunir semejante cantidad para un equipo tan pequeño. Nada como tener al enemigo en casa.
¿Y en caso de impago del ‘aval’? Descenso administrativo y venta de la plaza por 190.000 €. Una medida recaudatoria fantástica, a la que hay que añadir el pago del aval también por parte de los compradores de las plazas, eximiendo de ese pago a los equipos filiales. Lógico, ¿quién pondría en duda la solvencia económica de, por ejemplo, el Racing de Santander B? Nadie en su sano juicio, teniendo como ejemplo al equipo matriz.
Cinco equipos perdieron la categoría este verano, mientras que Jaén y Orihuela tuvieron que pelear su plaza en la categoría por medio de los tribunales. Curiosa la impunidad con los morosos que adulteran la competición con sus impagos en el fútbol profesional, y lo implacable de nuestras instituciones deportivas con los pequeños, ejemplarizando qué está bien, y qué no, mientras existen clubes con deudas que superan los 100 millones de euros a la Hacienda Pública. Aunque ese es otro tema, del que supongo que se ocupará pertinentemente el Consejo Superior de Deportes con la misma eficacia que hasta ahora.
En cualquier caso, aquí van unas cuantas propuestas para una remodelación de la Segunda B y la Tercera que las hagan crecer tanto en interés, como en ingresos económicos:
- Grupo único de Segunda B
Su principal objetivo sería llevar a cabo esa semi-profesionalización que se intentó a golpe de talonario durante toda la década anterior, dejando un grupo único de 20 equipos. Los 61 restantes, deberían ocupar un lugar en el fútbol regional, en Tercera, acortando distancias entre ciudades y reduciendo salarios. Esos desplazamientos que aumentarían en un grupo único de Segunda B, se verían compensados con el aumento del atractivo que supondría una liga con una mezcla de los 81 actuales (reducción progresiva en los próximos años), en los que probablemente habría equipos históricos que fomentarían un aumento en las decrecientes entradas a los campos. Por lo tanto, al aumento de taquilla, también hay que unir el incentivo que supondría una mayor facilidad para el ascenso de categoría.
- Absorción LFP
El hecho de que se formara un grupo único, debería ir ligado a la inclusión en la Liga de Fútbol Profesional, dejando en manos de la RFEF el resto de categorías. Esta medida persigue el aumento de los ingresos por parte de esta ‘nueva Segunda B’. La gestión de la LFP podría llevar consigo el cambio del nombre por uno comercial, tal y como funcionan las otras categorías profesionales. Asimismo, la destinación de un pequeño porcentaje procedente de la Quiniela y una explotación televisiva conjunta de los derechos de los 20 equipos, superaría con total seguridad a los ingresos actuales de cualquiera de los 20 equipos de la Segunda B.
- La Copa
Independientemente de esta revolución en la categoría, resulta imprescindible un cambio de formato que la haga volver a ser la competición de todos y recupere el interés que un día tuvo. En un modelo de Copa en el que todos los equipos participaran desde la primera ronda, las probabilidades de que éstos llegaran lejos serían mucho mayores, así como de aumentar las recaudaciones. En un hipotético torneo a un solo partido en el campo del equipo de menor categoría, el modelo sugerido hace 2 años por Fernando Roig y el Villarreal cobra sentido. Pedían repartir 15 millones de euros de forma equitativa a partir de dieciseisavos de final entre los supervivientes. Un aliciente que se puede convertir en la salvación del presupuesto para un equipo humilde.
- Horarios
Por último, creo necesario volver a aplicar cierto sentido común a la hora de establecer los horarios, principalmente los de Primera División. Aunque para ello es imprescindible recuperar la soberanía perdida por la LFP respecto a las televisiones. De no ser así, el fútbol base y todo el fútbol regional perderán su espacio, y a su mínima cobertura mediática se unirá el progresivo descenso de público en las gradas. Debe recuperarse el clásico domingo por la mañana como el horario para el fútbol formativo, y para ello es indispensable que las operadoras televisivas no esparzan los partidos como lo hacen en la actualidad, acaparando todo el protagonismo.
En definitiva, este artículo pretende reivindicar estas categorías que, además de llevar el fútbol a cientos de ciudades, son el mismo vivero del que posteriormente se lucran los clubes profesionales. Por suerte.
Y como decía en un principio, este debate no puede realizarse ajeno a la situación del fútbol profesional, pues es el conjunto del fútbol español el que necesita de forma urgente una reestructuración. No es saludable que mientras algunos equipos pierden su categoría, otros sigan compitiendo a pesar de sus deudas, y sin perder un solo punto en forma de sanción. Será porque la (en ciertos casos) indigna Ley Concursal no sólo beneficia a los clubes tramposos, sino que tal vez algunos personajes omnipotentes también se lucren de ella. Y la televisión, ante la cual hace mucho que la LFP mostró su sumisión y entregó el mando para gestionar a su antojo recursos y horarios, puede convertirse en el arma de doble filo que provoque esa regeneración. Esa dependencia les deja en un atolladero del que puede no haber salida: Si los derechos audiovisuales deportivos que empiezan a no ser rentables, provocan la caída de alguno de los operadores televisivos, el fútbol español estará firmando su sentencia de muerte.
1 Comentario
Da mucha pena que los clubs desaparezcan, ya que muchas veces ha sido por directivos sin escrúpulos, pero he de decir que muchos lo «merecen» ya que han tolerado sueldos y presupuestos mayores que los que se podían permitir. Y nadie dijo nada entonces. por ello, no me parece justo que se «rescate» a todo aquel que tenga deudas, ni se permita que los clubs sigan con esos agujeros en las cuentas, mientras otros clubs han realizado una gestión coherente y justa, acorde a su economía durante los últimos años (aunque ello haya supuesto su descenso), pero siempre jugando con el dinero que tenían.
para mi debería descender TODO club que tenga deudas, sea quien sea, y que empiecen desde abajo haciendo bien las cosas y convirtiendo el fútbol en un deporte justo.