Dicen los que se dedican a esto que para conseguir un buen champán es necesario que el mosto fermente durante más de un año en las botellas y que en el caso de las firmas más prestigiosas se ha llegado a esperar entre 6 y 8 años para completar su proceso de maduración. Es este el caso del mejor champán futbolístico que yo he podido catar, que no es otro que la selección francesa comandada por Michel Platini entre los años 1982 y 1986 y que alcanzó su cima en el año 84 con el título de campeones de Europa que lograron en su propio país. Todos habréis oído hablar mil veces de este maravilloso equipo aunque yo hoy me voy a situar un poco antes, concretamente en el mundial de Argentina 1978 adonde acudió una selección gala que llevaba 12 años sin participar en fases finales de mundiales y que llegaba a Sudamérica con muy buenas críticas.
Michel Hidalgo fue el seleccionador que se encargó de llevar a Francia al mundial 78 y lo hizo apostando por un modelo que, al igual que el champán, iría mejorando con los años aunque en los campos argentinos ya dejó un aroma que en los 80 sería totalmente reconocible en las grandes competiciones de selecciones en las que participó esta selección. Hidalgo desarrolló un sistema que se puede perfectamente interpretar como un 4-3-3 en el que convivían un punta puro con 2 extremos mientras que los 3 hombres situados en mediocampo eran de un perfil técnico y con poca capacidad para la destrucción. Es curiosa la evolución de este sistema hacia el 4-4-2 clásico de la Francia de los 80, ya que son los extremos del 78 los que finalmente acabarán jugando de delanteros, mientras que es el 9 puro el que termina desapareciendo de la alineación con la intención fundamental de que Michel Platini tenga más libertad para llegar a la portería contraria, algo que faltó un poco en el mundial de Argentina. Tácticamente no hay muchas más diferencias entre la Francia de finales de los 70 y la grandísima selección de los 80 aunque en el plano técnico individual no se puede decir lo mismo.
El guardameta titular en Argentina 78 fue Jean Paul Bertrand Demanes. No destacó por ser un arquero brillante pero en este mundial su actuación fue correcta y sin estridencias. Me llama la atención que solamente alcanzó las 11 internacionalidades, si bien en aquella época se jugaban muchos menos partidos de selecciones que hoy en día.
La línea defensiva de 4 tenía bastantes lagunas. Indiscutible era Marius Tresor, un verdadero portento físico y que como central (o líbero) era realmente difícil de desbordar, sin duda un auténtico fenómeno que destacaría notablemente en España 82 y que personalmente creo que no desentonaría en el fútbol actual. En los campos argentinos jugó como central por la izquierda. Como lateral izquierdo también era fijo Maxime Bossis, futbolista con unas condiciones fabulosas para ser también central o líbero pero que por razones del guión jugaba como cierre por la banda aunque intentaba incorporarse al ataque y lanzar algún que otro disparo a pierna cambiada. Los problemas venían en el sector derecho de la zaga, Patrice Rio y Christian Lopez se repartieron los minutos en la demarcación de central derecho mientras que como laterales jugaron Gerard Janvion y Patrick Battiston, el primero con más carácter ofensivo y mucho mejor defensor el segundo.
En el mediocampo fue pieza indispensable para Hidalgo Henri Michel, el hombre que procuraba dar salida al juego desde atrás y que aunque era bastante fino realmente no resiste la comparación con Jean Tigana, que le sucedería poco después. Un Platini con solo 22 años era su fiel escudero y a pesar de que dejó muestras de lo que terminaría por enseñar pocos años después, en este mundial se le vio tímido y sin muchas oportunidades de acercarse al marco rival ni tampoco demasiadas muestras del carácter de líder que luego afloraría. Logró eso sí su primer gol en una fase final y ayudó a que el fútbol en general reconociese que esta selección tenía potencial para hacer cosas importantes en el futuro. El tercer integrante del mediocampo era también el más flojo, Hidalgo lo intentó con Jean Marc Guillou y con Dominique Bathenay en los dos primeros encuentros pero ninguno de ellos logró alcanzar un papel relevante. Eran, eso sí, futbolistas de estilo técnico aunque quizá por su frialdad y su escasa capacidad física su participación no pasó de anecdótica.
En la zona izquierda se ubicaba el que seguramente era el líder de este equipo. Didier Six era en el 78 un extremo rápido y con una magnífica zurda y aunque también formaría parte de la selección gala en 1982 y 1984 en ninguna fase final se le vio tan imprescindible como en el mundial de Argentina, sobre todo en cuanto a carácter. Me encantaba su manera de golpear el balón, era de esos futbolistas que acostumbraban a llevar las medias bajadas y eso realzaba su calidad técnica. Obviamente los futbolistas que fueron aterrizando durante los siguientes años le superaban en este aspecto por lo que necesariamente fue perdiendo protagonismo pero en 1978 me da la sensación de que ni siquiera Platini le tosía. Mientras, en la zona derecha Hidalgo tenía dudas, probó en el primer partido a Christian Dalger y, visto el escaso éxito, se decidió a introducir contra Argentina a Dominique Rocheteau, otro de los míticos de los 80. Es curioso que nunca fue santo de mi devoción, siempre lo vi como la oveja negra de aquel fabuloso equipo ochentero y pensándolo con el paso de los años creo que se debe a que me resultaba un futbolista antiguo comparado con sus compañeros de mediocampo. Identifico más a Rocheteau -no sé si es por físico o por calidad técnica- con el fútbol de los 70 que con el de los 80, si bien reconozco que su entrada en el once mejoró ostensiblemente al equipo en Argentina.
El delantero titular no era otro que Bernard Lacombe, que jugaba como 9 puro y como tal se defendía mejor rematando que colaborando en la gestación del juego. Quizás el no disponer de un delantero centro de gran nivel (su suplente era Marc Berdoll, bastante más tosco que él) acabó convenciendo a Michel Hidalgo de que sería preferible hacer sitio a un centrocampista más y sacrificar al punta, lo cual acabó resultando un gran acierto, pero eso sucedería años después, no todavía en Argentina.
El grupo en el que se encuadraba Francia era durísimo, nada menos que junto con la Albiceleste de Menotti, con la Italia de Enzo Bearzot y con una Hungría que venía de eliminar a la URSS en la previa. El debut en el torneo tuvo lugar el 2 de junio contra Italia y la sorpresa fue mayúscula cuando Lacombe, tras gran jugada de Six adelantaba a su selección cuando no iban ni 40 segundos de juego. Sin embargo la inocencia de la zaga francesa junto con la escasa agresividad del mediocampo acabaron por pasar factura, los agujeros que dejaba Janvion en sus subidas eran aprovechados por una Italia más sólida y competitiva que dio la vuelta al marcador y venció 2-1 con justicia. Six intentó echarse el equipo a la espalda pero indudablemente tocaba pagar la novatada. Demasiada candidez, algo que los italianos supieron gestionar de maravilla –especialidad de la casa-.
Hidalgo introdujo cambios en la alineación para el trascendental choque del 6 de junio contra Argentina y vaya si dieron resultado. La entrada de Battiston por Janvion mejoró enormemente el nivel defensivo y la de Rocheteau por Dalger imprimió más carácter al ataque. El Argentina-Francia es uno de los mejores partidos de este mundial y posiblemente en este encuentro se empezó a gestar realmente el fútbol champagne de los 80. No debía de resultar nada fácil enfrentarse a Argentina en Buenos Aires, con un ambiente absolutamente infernal y una selección local jugando al 200%, pero Francia completó un magnífico partido dominando en muchos momentos al rival, sobre todo a raíz de que Platini nivelara el gol inicial de Passarella. Precisamente una delicia de Platini con genial pase final a Six fue la ocasión que pudo cambiarlo todo pero el disparo final del extremo en el mano a mano con Fillol se marchó fuera por un palmo, podéis ver la jugada en el minuto 2:55 del vídeo (mil disculpas por la calidad de la imagen pero no encontré otra mejor)
Luego volvió a aparecer la inocencia del primer partido que ofreció a Leopoldo Luque una oportunidad de disparar sin nadie que le encimase, la cual no desperdició. Argentina ganó 2-1 y enviaba a Francia para casa sin nada que jugarse en el tercer partido, lo mismo que le sucedía a Hungría.
Un tercer partido que, a falta de emoción, tuvo una anécdota muy recordada. Tanto Francia como Hungría contaban con utilizar su segunda equipación por motivos de televisión y no repararon en que ambas eran blancas. Al no disponer ninguna de ellas de su primer uniforme se vieron obligados a pedir prestado al Kimberley (equipo de la zona de Mar del Plata) su camiseta verdiblanca, con lo que Francia acabó jugando con una curiosa mezcla de camiseta verdiblanca, pantalón azul y medias rojas. En este choque Michel Hidalgo dio minutos a gente como Dropsy, Petit, Bracci o Papi, que no habían jugado hasta entonces. Francia ganó 3-1 con goles de Lopez, Berdoll y Rocheteau y se despidió del mundial dejando tras de sí una brisa de esperanza de cara al futuro.
En mi opinión esta Francia no tenía la suficiente calidad ni defensiva ni ofensiva como para permitirse jugar sin un destructor en mediocampo. Luis Fernández les hubiera venido de fábula, como se demostró en el 84 donde aportó mucho equilibrio al equipo. También pesaron mucho las dudas en cuanto a los integrantes de la banda derecha. Verdaderamente hubiera sido bonito verles disputar la siguiente fase pero lo cierto es que no había llegado todavía el momento. El champán tenía buen aroma pero la maduración no había hecho más que comenzar. El que quisiera degustarlo en su máxima expresión debería esperar unos años, eso sí, sin olvidar que Argentina 78 fue el punto de partida de aquel inolvidable equipo que disfrutaríamos en las grandes citas de mediados de los 80.
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