Uno de los focos que me había propuesto seguir en la doble jornada de clasificación mundialista de septiembre se situaba en Sudamérica. Me apetecía mucho ver la respuesta de una hasta el momento inconsistente selección colombiana ante dos choques de la máxima exigencia, como lo iban a ser la visita de la invicta Uruguay a Barranquilla y, posteriormente, el desplazamiento a Chile para jugar contra la Roja de Claudio Borghi.
La alineación que presentaba José Pekerman contra la Celeste me llamó mucho la atención, no se correspondía en absoluto con lo visto en las seis primeras jornadas, introduciendo cambios importantes en todas las líneas del equipo exceptuando en la portería, donde se mantenía David Ospina. Salían del equipo gente habitual como Mosquera, Cuadrado, Soto, Carlos Sánchez, Pabón y, de manera especialmente llamativa, Freddy Guarin para dejar paso a Abel Aguilar, Edwin Valencia, Carlos Valdés, Teo Gutiérrez y Macnelly Torres.
El que haya podido seguir el primer tiempo de este partido habrá podido ver una selección colombiana radicalmente diferente a todo lo visto en los meses –incluso en los años- anteriores con un fútbol dinámico, alegre, de toque ágil y con personalidad que, al menos a mí, me trajo recuerdos de aquella maravillosa selección colombiana de los primeros años 90. Uruguay se fue al descanso perdiendo 1-0 y, aunque tras los 90 minutos el marcador final fue de 4-0, creo que es con la primera parte con lo que nos tenemos que quedar y de manera particular, con un futbolista al que yo no había visto jugar y que reconozco que me deslumbró durante esos primeros 45 minutos. Su nombre es Macnelly Torres.
Macnelly jugó por delante de Abel Aguilar y su misión se podría comparar a la del clásico mediapunta que tanto escasea en el fútbol actual. Durante la primera parte contra los uruguayos apareció en innumerables ocasiones ofreciendo líneas de pase por derecha e izquierda a todos sus compañeros, tocando en corto con rapidez si recibía presión y buscando el pase profundo a la yugular del rival (donde Teo Gutiérrez y Falcao esperaban con ganas) si esta no existía. Me cuesta recordar 45 minutos donde un futbolista haya alcanzado un porcentaje de acierto tan elevado no solo en cuanto a la precisión milimétrica de sus pases sino también en cuanto a la toma de decisiones sabiendo que juega en una zona del campo donde el tiempo para pensar escasea y si tardas una décima de segundo de más en ejecutar tu decisión probablemente sea tarde. Pero sobre todo, me quedó la sensación de que todos sus compañeros le buscaban y todos creían en él. Abel Aguilar, James Rodríguez y los puntas le suministraban balones esperando que este volviese en mejores condiciones, lo cual sucedía casi siempre. En esa primera parte Colombia debió lograr al menos 3 goles, siempre con la intervención de Macnelly de por medio pero nunca con remates suyos.
Obviamente estamos ante un jugador de 27 años por lo que imagino que su rendimiento a largo plazo no se debe de corresponder con el que yo vi durante el partido contra Uruguay. Físicamente no parece gran cosa y ya en el segundo tiempo participó menos, lo mismo que le sucedió 3 días después en Chile, donde su actuación fue bastante floja pese a volver a ser titular. Su carencia de gol también le puede pesar en un fútbol como el de hoy en día y defensivamente su aportación es mínima pero la realidad es que Colombia ha cambiado su cara con respecto a los partidos en Perú y Ecuador de hace solo 3 meses y esto ha sucedido con él en el campo. Y os puedo asegurar que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto viendo fútbol como en esa primera parte contra Uruguay, su manera de encorvarse cada vez que recibe el balón ya invita a pensar que está dibujando en su mente un pase con veneno.
Si tenéis ocasión os recomiendo ver ese Colombia-Uruguay, hoy en día hay muy pocos futbolistas con el encanto y la magia que desprende Macnelly Torres. Porque aunque solo aparezca a ratos, para mí como espectador –al igual que para James Rodríguez o Falcao como futbolistas-, también es el socio ideal.
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