En el mundo del fútbol, los aficionados debatimos absolutamente todo. En ocasiones, ni siquiera con mil ángulos de cámara, zoom y velocidad hiper ralentizada, somos incapaces de llegar a un acuerdo. A veces, es cierto, debido a la tozudez y forofismo de muchos fanáticos. En otras ocasiones, simplemente es imposible.
Más allá de defender la complicada labor del árbitro, quería centrarme en este post en una jugada muy concreta. Se aprecia de manera aproximada en la imagen, perteneciente a un lance del Twente-Schalke de Europa League, pero describo la situación: el delantero inicia un desmarque y gana la posición en carrera. El defensa esprinta tras él, con pocas opciones de alcanzar el balón. Ambos corren, el atacante lleva un cuerpo de ventaja, como dos velocistas en una final de 1500. Y de repente, el delantero cae estrepitosamente.
Alboroto en el bar, gritos en casa. Y tras la repetición de la jugada, la indignación: «¡se ha tirado!». En la moviola no se aprecia contacto alguno entre la pierna del delantero y la bota del defensa que se cruza detrás de él. Por fortuna, recientemente hemos incorporado una cámara superlenta y en alta definición, y en esta ocasión, podemos observar un levísimo roce. Y pese a ello, el espectador exclama: «Apenas lo toca, el jugador se tira, ¡qué caradura!», (esto rebajando el tono de los términos habitualmente empleados).
Llegados a este punto, no puedo estar de acuerdo con la argumentación popular. Por tres razones:
1) Cualquier persona que haya jugado al fútbol -extensible a muchos otros deportes- sabe que, en carrera, cualquier mínimo contacto te hace tropezar y caer.
2) El delantero llega con ventaja y sería una estupidez fingir una falta. Es cierto que en ocasiones esto ocurre: (Andy Carrol frente al Newcastle, por poner un ejemplo flagrante reciente).
y 3) La razón más importante es que es hartamente complicado «tirarse a la piscina» en esta situación. El atacante no tiene visión del defensa, no puede prever el contacto y actuar en consecuencia. La caida es imprevista. Prueben en sus casas a dejarse caer hacia adelante y verán como no podrán evitar el acto reflejo de poner las manos para evitar chocar frontalmente con el suelo. Y en este tipo de situaciones, el atacante cae aparatosamente, casi siempre golpeando con la mandíbula en el suelo, o acertando a extender los brazos en el último momento.
No quiero profundizar en otras polémicas. Es cierto que muchos jugadores llevan la picaresca al límite y hay situaciones que no son lo que parecen al primer golpe de vista. Sin embargo, también hay veces, como en este caso concreto, que existe falta, aunque no lo parezca. Prevalezca la calma frente a la indignación.
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