«El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua»
Eduardo Galeano – Futbol a sol y a sombra.
Mario Francia, @Mariocopinol - Las coincidencias, muchas veces, son las trampas del destino. La descripción arriba proporcionada encaja en el perfil de millones alrededor del mundo, pero yo me refiero a un tal portugués nacido hace 49 años en Setúbal y que responde al nombre de José Mário dos Santos Mourinho Félix. El hierofante de la controversia, el marajá del caos, el chamán de la porfía, el imán de la ofuscación. Ese que es fanático, pero de sí mismo.
¿El porqué del título? No se le conocen aficiones ultraderechistas pero no dista mucho del infame Ministro de Propaganda nazi. Aquel que hizo célebre lo de que «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». En su biografía hablan de un título en Educación Física, a mi no me cuesta imaginar que los investigadores no hicieron bien su trabajo y no encontraron el título con el que se graduó del Academy of Dramatic Arts de Nueva York.
Quienes le tratan íntimamente hablan de un hombre de gran corazón y generosas acciones. Pueda ser, quien quita y el de las canchas solo sea un personaje y la faceta histriónica de su personalidad no le permita darse el lujo de mostrarse tal cual es ante los medios de comunicación. Lo cierto es que su comportamiento excede todos los límites que pudieramos establecer y no tiene parangón. Se ampara en antinómicas apreciaciones de lo que es moralmente correcto.
Shakespeare habría sido quien pronunció aquella inmortal frase «Nada es más común que el deseo de ser extraordinario» No estoy seguro cuanto se la habrá repetido a sí mismo Mou ad infinitum. Reticente a la autocrítica como él solo, hay un tema que lo tiene obnubilado: Dejar claro ante la opinión pública que él puede vencer al mejor FC Barcelona de todos los tiempos. No importa que sea en el torneo doméstico de la regularidad o en la competición continental que da aún más prestigio. Lo suyo es una obsesión desesperada. Tiene ante sí una oportunidad y media -por aquello que ambos deben pasar sus respectivas semifinales para que se dé por completo la segunda- La que tiene a tiro es la primera, pero le seduce demasiado ser el único en conquistar la Champions con tres clubes diferentes. El ego ante todo.
En liga lo tiene asequible. Tener los mismos 4 puntos de diferencia después de este partido serían una dura bofetada para las aspiraciones de remontada de los azulgranas y de paso, detener la racha de 11 triunfos consecutivos. La distancia sería prácticamente insalvable (incluso manteniendo la fe en el Athletic de Bielsa). Con un empate está hecho. Ni siquiera debe ir a ganar, mucho menos arriesgarse a traserse otra canastada de goles.
Lo tienen pues a punto los del club de Concha Espina, a atravesar el bus el 21 de abril y esperar que se les haga el milagrito. Tal vez así, puede agarrar camino de nuevo el «Special One» y le devuelva a Florentino los pedazos del club que dejaría detrás. Ojalá esta hipoteca no le salga tan cara al mejor club del siglo XX ¿Londres?, ¿Manchester?, ¿Milán?, ¿cuál será su próximo destino?
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