El 26 de mayo de 2004 se jugó en Gelsenkirchen, Alemania, la final de la Liga de Campeones entre el Porto y el Mónaco. Fue triunfo de los portugueses por un contundente 3 a 0. De esta manera, José Mourinho lograba su segundo título consecutivo a nivel europeo y avisaba que iría a por todo en Europa, acompañado por una generación de grandes jugadores que tocaron el cielo.
Seguramente en la previa de la competición, lo que menos se pensaba es que se podía dar esta final. Si se apelaba a la historia, por el lado de los portugueses el equipo con más trascendencía a nivel europeo era el Benfica, mientras que por el lado de los franceses uno tenía en la mente al Olympique Marseille, PSG o incluso Lyon. Si uno repasa las formaciones y los suplentes de cada equipo encontrará verdaderas figuras de aquella temporada. Una final en la que si bien el nombre de los dos equipos no siginificaba una tradición de jugar instancias definitorias de copas internacionales, los nombres propios la hicieron interesante.
Por el lado de los dirigidos por Mourinho, el once inicial era portugués puro a excepción del delantero Carlos Alberto (brasileño) y del carioca nacionalizado Deco. Vitor Baia, Ricardo Carvalho, Jorge Costa, Nuno Valente, Costinha y Maniche eran algunos de los nombres propios de peso pesado. En el banco de suplentes aguardaban el ruso Dmitri Alenichev, el sudafricano Benny McCarthy y el lituano Edgaras Jankauskas, entre otros. Todos comandados desde la banca por el también portugués José Mourinho, quien la temporada anterior había llevado al Porto a obtener la Copa UEFA casi con el mismo equipo con el que ahora llegaba a otra final, esta vez de Liga de Campeones.
Por el lado de los monegascos, dirigidos en ese entonces por el recién retirado Didier Deschamps, aparecían Patrice Evra en la defensa, Ludovic Giuly como delantero junto a Fernando Morientes. Entre los suplentes aparecía el senegalés de gran mundial previo Tony Sylva, el checo Jaroslav Plasil, el croata Dado Prso, el congoleño Shabani Nonda y el togolés Emmanuel Adebayor, todos nombres importantes para concretar la promesa de gran partido. Como se podía apreciar, el Mónaco tenía un poderío ofensivo interesante para ir a pelear por su primer trofeo a nivel europeo.
Así que ahí en la final estaban Mónaco, con el mayor registro goleador de todos los equipos en la competencia, y el Porto invicto en sus últimos diez partidos en condición de visitante en la Liga de Campeones.
¿Cómo llegaron?
Mónaco ocupó el grupo C de la competencia junto a Deportivo de La Coruña (el otro equipo clasificado), PSV y AEK de Grecia. Los españoles lograron clasificar porque convirtieron más goles que los holandeses (12 a 8) ante la igualdad de puntos (10). Los franceses lograron 11 puntos merced a triunfos ante PSV de visitante 2-1, AEK de Atenas en condición de local por 4-0; derrota ante el Deportivo por 1-0, victoria 8-3 ante los gallegos en el Principado (lo que hasta el momento significó la mayor cantidad de goles convertidos en un partido de Liga de Campeones con el nuevo formato), y dos empates en las últimas fechas: 1-1 ante el PSV de local y 0-0 ante el AEK de visitante.
En octavos de final le tocó enfrentar al Lokomotiv de Moscú, primero en condición de visitante donde cayó por 2-1; luego en Francia ganó 1-0 y clasificó gracias al gol de visitante.
Los cuartos de final lo emparejaron ante el todopoderoso Real Madrid: perdió en España por 4-2. Se revirtió el escenario ya que en la vuelta fue triunfo contundente de los galos por 3-1, y nuevamente por los goles convertidos en condición de visitante dejó afuera a un gigante histórico de la competencia.
Las semifinales fueron otra instancia impensada ya que se encontraban dos equipos que en la previa no estaban en los papeles: Mónaco contra el Chelsea, definiéndose la llave en Inglaterra. Victoria de local para los pupilos de Deschamps 3-1 y el empate en 2 en Stamford Bridge le dieron el pase a la gala del torneo.
Por su parte, el Porto integró el grupo F del torneo clasificando segundo con 11 puntos, detrás del Real Madrid que obtuvo 14 puntos. El periplo luso empezó con un empate ante el Partizan en Belgrado en un tanto, todo pareció complicarse con la derrota en condición de local ante los Merengues por 3-1. Sufrida victoria en Marsella ante el local por 3-2 y una nueva victoria ante los franceses como dueño de casa por 1-0. La victoria ante el Partizan por 2-1 y el empate en Madrid a un tanto sellaron el pasaporte a una nueva fase.
Tocó en octavos de final ante el tradicional Manchester United, definiendo la llave en el Teatro de los Sueños. Victoria 2-1 en el Estadio del Dragón, luego empate en Inglaterra para hacer historia y dar el batacazo.
Los cuartos de final lo emparejaron ante el Lyon, definiendo nuevamente como foráneo; éxito por dos a cero en la ida, en la vuelta el empate en dos tantos le dio a los lusos la posibilidad de dirimir una semifinal que los ponía como candidatos ya que enfrentaban al Deportivo de La Coruña, otra semifinal impensada.
En la ida un empate a cero que hizo suponer que el SuperDepor tenía servida la clasificación a la final, pero los de Mourinho nuevamente dieron otro golpe como visitantes y el triunfo por 1-0 merced al gol de Derlei de penal los depositaba nuevamente en una final europea.
Formaciones
El partido
Los dos equipos salieron con bastante precauciones tácticas y, aunque el Mónaco se mostró un poco más atrevido en el ataque, tampoco pareció estar dispuesto a correr demasiados riesgos ofensivos. El Porto se concentró bastante en marcar al contrario desde muy cerca, desde casi la raya central, y a tender la trampa del fuera de juego, con éxito reiterado, cuando el Mónaco recurrió a los pases largos por encima de la defensa. El equilibrio táctico predominó en la planificación y en la marcha del cotejo.
En el ataque, los portugueses intentaron salidas por la banda izquierda, aprovechando la habilidad de Carlos Alberto, y contragolpes rápidos a la hora de recuperar la pelota tratando de sorprender al Mónaco a contrapié de la mano de Maniche.
Avisó el Mónaco cuando iban apenas 3 minutos de juego, Giuly recibió un pase que lo dejó mano a mano con Vitor Baía, que finalmente el internacional portugués terminó rechazando. Los corazones de los hinchas se habían paralizado, para luego seguir latiendo al ritmo de una final.
El Mónaco sufrió muy pronto un golpe importantísimo con la baja de Giuly por lesión a los 23 minutos, y tuvo que ser sustituído por el croata Dado Prso, con lo que los franceses perdieron a uno de los jugadores que podía marcar la diferencia. A pesar de la entrada del croata, la disposición táctica de Deschamps se derrumbó. El 4-3-2-1 inicial se convirtió en 4-4-2 con la desventaja de no contar con un enganche claro entre los volantes y los delanteros. Esa sensación, latente también entre los protagonistas presentes en el terreno de juego, amilanó a los monegascos hasta hacerles perder la posición sobre el campo.
Y llegó el minuto 34. Un centro de Paulo Ferreira cayó en los pies de Carlos Alberto que en un mal control casi le regaló el balón a Andreas Zikos. El griego, reconvertido por momentos en central, falló lamentablemente a la hora de despejar y devolvió el regalo al punta brasileño del Porto para que rematara ante Flavio Roma y pusiera a los de azul y blanco en ventaja.
El gol acabó de sumir en el caos al cuadro de Deschamps. Morientes estaba desaparecido, Rothen no quería aparecer y Giuly, lamentablemente, no podía. El panorama atacante monegasco hizo agua por todos los lados.
Al principio de la segunda mitad, los franceses se abandonaron a su suerte con ataques sin sentido que eran abortados sin complicaciones por los defensas lusos. En ese desconcierto, además, el Porto se encontró cómodo ya que la sobriedad de la zaga del Mónaco estaba resquebrajada. Con la entrada de otro delantero, Nonda, por Edouard Cissé el conjunto francés perdió definitivamente el rumbo. El Mónaco salió al segundo tiempo con la carga de tener que asumir el partido mientras que el Porto podía permitirse el lujo de mantener la táctica que habían caracterizado el compromiso durante buena parte del primer tiempo. Fue el Porto el que salió a atacar en los primeros minutos de la segunda parte, probablemente tratando de aprovechar el desconcierto que pudo haber producido el gol de Carlos Alberto en las filas del Mónaco.
La premisa portuguesa pareció ser la de mantener el balón el mayor tiempo posible en la mitad contraria y tal vez, aunque sin descuidar la retaguardia, hacerle honor a la frase del entrenador José Mourinho que había dicho que los dos equipos estaban obligados a no mirar sólo el resultado sino rendirle tributo al fútbol. Durante unos diez minutos, el Mónaco pareció desconcertado por la súbita agresividad portuguesa pero hacia el minuto 55 empezó una reacción con una buena llegada de Prso.
El Mónaco volvió con más frecuencia a pisar la mitad contraria y Mourinho, en la hora de partido, mostró que creía que había llegado el momento de controlar el partido, sacó a Carlos Alberto y le dio paso al ruso Dimitri Alenichev. El Monaco era quien atacaba pero en muchas de las jugadas se notaba con la desesperación que daba el hecho de que la Copa de Europa estaba lejos.
El Porto, en cambio, cuando tenía la pelota y obraba con inteligencia y con la serenidad que les daba la ventaja tal vez recordando que Mourinho suele decir que sólo se pueden ganar partidos importantes cuando se controlan las emociones. Esa serenidad llevó al segundo tanto cuando el Mónaco más atacaba: fue en un contragolpe iniciado y culminado por Deco, que llevaba ya varios minutos merodeando en una zona del centro del campo que parecía olvida por los franceses. Morientes perdió una pelota en ataque, Deco recibió el balón y tras una combinación perfecta con Derlei, quedó el centro del área desde donde soltó un remate imparable para Roma. Era el minuto 71.
A menos que ocurriera un milagro, el partido ya estaba resuelto pero las cosas empeoraron aún más porque el Mónaco estaba deshecho por el segundo gol y el Porto volvió a apretar el acelerador en el momento de mayor debilidad psicológica del contrario. Cuando el Mónaco intentó reaccionar, el partido ya estaba 3-0 porque el ruso Alenitchev, sustituto de Carlos Alberto había culminado un contraataque tres minutos después ante el que nada pudo hacer Roma, tras un gran pase de Derlei. El título ya estaba en el bolsillo.
Video de los goles del partido: Carlos Alberto (39m), Deco (71m) y Alenichev (75m).
No Hay Comentarios