Javier Hernández Balcázar, «Chicharito», no sabía dónde se metía. A día de hoy, no queda duda alguna. Su promedio goleador ya lo querrían para sí muchos de los artilleros europeos de primera línea, pero los minutos disfrutados se le antojan más que escasos. ¿Cuál es la razón para disfrutar tan poco de este matador mexicano?
Marginado en Manchester la última temporada viviendo en la angustia sombría del banquillo o grada a la espera de que Van Persie, Rooney o Welbeck le dejaran hueco para recordar por qué la grada de Old Trafford un día coreaba su entrada al césped, decidió aceptar la oferta de cesión del Real Madrid. Arriesgaría mi inexistente fortuna apostando a que fue, posiblemente, una de las últimas opciones barajadas por su representante. Jugar en este Club es sueño de la inmensa mayoría de peloteros pero, ¿a qué precio?
El de Guadalajara forma parte de ese grupo de viejos rockeros que aún confían en la figura pura del «9»: rematador con ambas piernas, casi letal de cabeza, veloz, con desmarque y fuerza para embestir. A priori, ¿quién se atrevería a aseverar que no tiene sitio en la plantilla? Sin ir más lejos, su técnico cada jornada o partido. ¿Por qué? Más sencillo de lo que sus estadísticas demoledoras ilustran. El sistema de juego y características del equipo, más bien de los jugadores titulares, hacen que sea harto complicado el que el goleador «tri» se haga un hueco semanal. Este tipo de piezas encajan a la perfección en un juego vertical, por bandas y centros al corazón del área, pero todos sabemos que ese no es el estilo blanco. La «BBC» supone una montaña demasiado dura de escalar para cualquier jugador de este corte. Su juego asociativo y entendimiento complementan el resto de virtudes que visten. Me atrevería a decir que, por esas mismas razones —más que las monetarias que, es de sobra conocido, no suponen freno para los deseos deportivos blancos—, Falcao no desembarcó en Concha Espina. Más cercano aún vemos los difíciles comienzos que está teniendo Luis Suárez en Can Barça. Calidad indiscutible no es sinónimo de adaptación inmediata. El uruguayo debe aprender una serie de automatismos que en sus anteriores andanzas ni se planteaba. Pero él tiene tiempo.
El Real Madrid deseaba traer un suplente con gol para el cada vez más enchufado Benzema pero erró en la elección del estilo. Un buen plan «B» ofrece «Chicharito», solo que el resto de jugadores que ocupan plaza en el cómodo banco madridista no le garantizan servirle la pelota en la forma en que este la desea. Subsistir junto a tres bestias del gol es un chili difícil de digerir hasta para este gladiador.
Gran futuro le espera si escoge bien su próximo destino. Para ello, deberá observar mejor la pizarra del nuevo Club. Pero hoy tiene otra oportunidad de desenfundar y, la Champions, es una exposición inmejorable.
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