Había transcurrido una hora de juego en el estadio Georgios Karaiskakis de El Pireo. Grecia afrontaba un aparentemente sencillo trámite ante las Islas Feroe pero el gol no llegaba. Claudio Ranieri observaba en el banquillo cómo su equipo se mostraba incapaz de batir a una de las selecciones más flojas del continente. Lo que parecía cuestión de tiempo acabó por convertirse en la tumba del técnico italiano. Un gol de Edmundsson hundió a una selección que, pese a la escasa exigencia de su grupo, ve ahora mismo muy lejos la clasificación para la Eurocopa de Francia.
Ranieri llegaba a Grecia tras dos temporadas dirigiendo al Mónaco. Le esperaba la fase de clasificación para la Eurocopa, reto que no parecía excesivamente complicado por dos razones fundamentales. La primera, sus rivales en el grupo F. Rumanía, Hungría, Irlanda del Norte, Finlandia y las Islas Feroe no parecían enemigos de consideración. De todas las fases finales vividas en el actual siglo, solo los rumanos fueron capaces de asomar la cabeza en Austria y Suiza en el año 2008. La segunda razón, complementaria a la anterior, se refiere al número de billetes. En este caso y gracias a la ampliación llevada a cabo por Michel Platini, dos plazas permiten el acceso a la fase final de manera directa y una tercera a través de repesca. Como viene siendo habitual en los últimos años el sorteo de la fase previa, resultó infinitamente benévolo con los griegos y llegar a Francia parecía coser y cantar hace apenas tres meses.
Además de la clasificación para el 2016, el otro objetivo para el técnico italiano pasaba por introducir paulatinamente savia nueva en el equipo. Ya en su primera convocatoria llamó a Nikos Karabelas, lateral del Levante, quien llegaría a jugar como titular en la humillante derrota frente a la selección nórdica.
Pese a todo, la cosa se iba a torcer nada más comenzar. Una derrota en casa frente a Rumanía no parecía la mejor forma de comenzar aunque tampoco se quiso hacer un drama, al fin y al cabo quedaba un mundo por delante. El fútbol insulso y sin chispa de los helenos podía responder a la proximidad de la pretemporada, aunque lo cierto es que Rumanía supo ganar sin mostrar más que su rival. A continuación tocaba viajar a Finlandia, rival que acostumbra a dar más de un susto ante su público. Los de Ranieri plantearon un partido rocoso y lograron lo más difícil, adelantarse en el marcador con un buen gol de Nikolaos Karelis, otra de las novedades de Ranieri. Remontar a Grecia ha supuesto una ardua tarea para cualquier rival en los últimos años, pero Finlandia se encontró tras el descanso con un rival que pretendía defender por acumulación y sin una presión coordinada. No tardaron mucho los nórdicos en encontrar una fisura en la zaga helena para empatar el encuentro tras una notable jugada colectiva. A partir de ahí Grecia quiso atacar pero ya no encontró premio, sumando su primer y único punto hasta el momento.
Llegaban dos encuentros consecutivos en casa y parecía una buena oportunidad para reaccionar. Nada más lejos de la realidad. Una contundente derrota frente a Irlanda del Norte, líder del grupo en ese momento, dejaba muy lastimado al equipo de Claudio. La puntilla llegaría con el sonrojante varapalo ante las Islas Feroe, cuya última victoria a domicilio databa de 1995 cuando visitó a San Marino y le derrotó por 1-3. ¿Qué puede haber pasado para semejante cúmulo de despropósitos?
Profundizando un poco en las razones del desastre de Grecia, se puede concluir que Ranieri ha llegado en un momento muy delicado para la selección helena. La retirada de Giorgos Karagounis y el fichaje de Kostas Katsouranis por un equipo de la liga hindú han dejado dos vacantes para las que no parecen existir recambios de garantías. El técnico italiano ha ofrecido la manija en la parcela central a gente como Tachtsidis, Maniatis o Samaris, quienes en ningún momento han sabido aportar las características que el equipo necesita en mediocampo. La Grecia actual no posee creatividad ni capacidad para combinar, algo que no resulta nuevo. Sin embargo, tampoco ofrece las clásicas virtudes por las que tanto se le ha temido en los últimos años, esa capacidad para morder y para incomodar el fútbol del rival o la contundencia defensiva que antaño permitía asegurar el cero en la portería propia. Vistos los choques disputados desde el verano se puede hablar de una selección que no posee un patrón de juego definido y que no domina la fase ofensiva ni la defensiva. Parece evidente que el nuevo seleccionador deberá trabajar muy duro en este sentido tratando de encontrar gente que pueda dotar de carácter al mediocampo y que al menos permita identificar un estilo de juego reconocible, más allá de que resulte agradable a la vista.
La escasa participación de Samaras y Salpingidis puede esgrimirse como otra de las razones del fracaso, aunque la falta de activación de los extremos puede responder a las carencias en la zona central. Sin presión no puede existir contragolpe, quedando reducidas las virtudes de Georgios y Dimitris a la mínima expresión. Salpingidis, además, no pudo estar a disposición de su técnico todo lo que le gustaría por problemas físicos. Tampoco ayuda el momento de forma de Mitroglou, delantero que desde finales de 2013 parece haber perdido toda su pólvora. Ranieri ha buscado también alternativas en los puestos más avanzados, ofreciendo oportunidades a los jóvenes Charalampos Mavrias y Nikolaos Karelis por las bandas y al delantero centro Stefanos Athanasiadis. Muy poca continuidad en el fútbol de todos ellos pese a algún destello de Karelis, como fue su bonito gol a Finlandia.
En cuanto a la portería y la línea defensiva no se aprecian grandes novedades, con la misma base que actuó en el mundial de Brasil. Karnezis continúa bajo palos con los Manolas, Papastathopoulos, Holebas y Torosidis como principales candidatos a la titularidad en la línea de cuatro.
Lo cierto es que a Grecia le quedan seis finales y, pese a lo desastroso de la situación, todavía se puede remontar. Rumanía se ve con prismáticos en la tabla y tampoco parece probable superar a Irlanda del Norte, pero el acceso a la tercera plaza pasa por lograr dos buenos resultados ante Hungría, algo al alcance de la mano de los helenos. El nuevo seleccionador dispondrá de cuatro meses para elaborar un plan sabiendo que el margen de error es mínimo, por no decir nulo. Pero la ampliación llevada a cabo por Michel Platini permite que la situación se pueda manejar con cierto optimismo. La transición hacia una nueva Grecia plantea serios problemas, pero el objetivo de llegar a Francia 2016 debería resultar irrenunciable.
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