David Moyes llega tarde y mal a la Real Sociedad, pero es evidente que ambos se necesitan. La gestión del fichaje del nuevo técnico realista no ha estado a la altura ni de la entidad a la que llega, ni de la seriedad de la trayectoria del escocés, y aun así, por la necesidad de ambos de recuperar una imagen que hace unos meses imponía en Europa, están llamados a entenderse. Partiendo desde ese punto, el efecto inmediato es que el nuevo entrenador de la Real llega a mediados de noviembre a un equipo hundido en la tabla, compuesto por —muy buenos— jugadores que él nunca eligió y con la exigencia cortoplacista de remontar una situación en la que —en términos culturales— nunca se ha encontrado.
En estas condiciones la afición ‘txuri-urdin‘ se aferra a la última década gradual del Everton (2002-2013), una larga fase temporal en la que, producto de la maestría de su entrenador, la salud del club ‘toffee‘ ya no peligra y se ha convertido en un ejemplo de institución equilibrada. Es por eso que no hace falta la bendición de Sir Alex Ferguson para saber que hablamos de un gran producto. Si hoy fuera 1 de julio de 2013 y, en vez de Manchester, Moyes hubiera cambiado el destino a San Sebastián, hablaríamos de un bombazo de fichaje. El tres veces Manager of the Year (en una época lúcida de la Premier League) ha brillado por tener recursos en un club que cree concienzudamente en sus métodos. Salvo desentendimiento mayúsculo, la grada de Anoeta solo tiene que esperar y, como hicieron en Liverpool, no impacientarse.
«Mi trabajo ha sido convertir el Everton en mejor club que cuando llegué aquí por primera vez». Moyes en The Telegraph
Curiosamente, el escocés empezó su andadura cogiendo un Everton triste, descolorido y posicionado en la decimoquinta plaza (la misma que ocupa hoy la Real), con la diferencia de que por entonces corría el mes de marzo y Moyes tenía unas pocas jornadas para salvar la categoría. Esta vez el margen es mucho mayor y la calidad del equipo que va a entrenar a partir de mañana tiene un potencial enorme, como ya comprobó hace justamente un año.
En el verano de 2002 creció la sombra de uno de los mejores entrenadores de los últimos años en Inglaterra. Un hombre que cuando no ha tenido más remedio que mirar en el huerto de su casa, lo ha hecho (Wayne Rooney, Leon Osman, Tony Hibbert, Jack Rodwell, Ross Barkley, Victor Anichebe…), y cuando ha debido echar la vista fuera ha logrado ser especialista en convertir caras —semi— desconocidas en buena materia prima (Joseph Yobo, Tim Cahill, Nigel Martyn, Tim Howard, Phil Jagielka, Mikel Arteta, Steven Pienaar, Yakubu, Lescott, Fellaini, Leighton Baines…).
Moyes sobre sus inicios: «En la universidad os enseñarán muchas cosas, pero nadie os contará cómo hay que andar por un vestuario y sentarse en frente de Paul Gascoigne, David Ginola, Duncan Ferguson y Thomas Gravesen […] La realidad está ahí fuera».
Once años de experiencia en el fútbol es muchísimo tiempo y es lógico que Moyes haya vivido todo tipo de altibajos. En sus dos primeras temporadas pasó de ser una de las revelaciones del año (en su primer año completo situó al Everton en séptima posición, a un punto del sexto, el Blackburn de Mark Hughes) a ser uno de los firmes candidatos al descenso en la 2003-04. En la 2004-05, con la marcha de Wayne Rooney (al Manchester United el último día de mercado) y Thomas Gravesen (fichó por el Real Madrid en el mercado invernal) la situación pintaba cuanto menos trágica. Los ‘evertonians’ temían la Championship, el futuro era tan negro como las nubes de Liverpool. Moyes seleccionó a James Beattie y Mikel Arteta (cesión) para mirar hacia adelante. Y cuando nadie contemplaba que aquella sería la mejor temporada del nuevo milenio, el Everton de David Moyes alcanzaba su cénit rompiendo el ‘big four‘ de la Premier. Alcanzaron la cuarta posición y mandaron a sus vecinos —y campeones de Europa— ‘reds‘ a la quinta plaza.
Fuera de las islas no comenzó con buen pie (y tampoco maravilló en ninguna edición posterior). Después de la hazaña de la 2004-2005 en la liga, el Villarreal de Manuel Pellegrini (equipo al que meses después una parada de Lehman pudo haberle privado de una final de la Champions) les eliminó en la fase previa con polémica incluida. En la UEFA las cosas no fueron por mejor camino, el Dinamo de Bucarest devoró a los ingleses con un global de 5-2. A partir de entonces sus resultados en competiciones de europeas fueron los siguientes:
2007-08 – Eliminados en UEFA por la Fiorentina en 16avos por penaltis (resultado global: 2-2)
2008-09 – Eliminados en UEFA por el Standard Lieja en la fase clasificatoria (resultado global: 3-4)
2009-10 – Eliminados en UEFA por el Sporting de Lisboa en 32avos (resultado global: 2-4)
En liga el Everton nunca volvió a sufrir; la hinchada de Goodison Park se acostumbró a tener preocupaciones que estaban por encima de la media de la reciente historia del club (6º, 5º, 5º, 8º, 7º, 7º y 6º lugar fue el meritorio balance de sus últimas siete temporadas). Moyes instaló la regularidad en un conjunto que siempre se ha mantenido bajo la seña del oficio y el equilibrio. Siendo lo primero básico para alcanzar lo segundo.
Sus equipos siempre han mostrado el carácter que él nunca expone en la rueda de prensa. El orden defensivo es su prioridad. Esa será seguramente su primera tarea tanto en lo táctico como en materia de fichajes. En ataque, con las posibilidades que tiene la plantilla realista la dificultad se reduce; en este sentido será interesante saber hasta qué punto Moyes está dispuesto a adaptarse al estilo que implantó Montanier.
Por otro lado, la estrategia a balón parado, una asignatura que la Real ha exprimido muy poco, al escocés siempre le ha servido para salir airoso en numerosas ocasiones. Ahí tendrá tardes de trabajo que a la larga, tal como atestigua el vigente campeón de liga, aportará un enriquecimiento fenomenal. La mano y los matices del entrenador no tardarán en llegar, aunque la principal preocupación ahora mismo es encontrar la llave que Jagoba Arrasate utilizó para encerrar la motivación y los automatismos en un cuarto olvidado. De momento, y para salir del paso, la paciencia de la directiva y aficionados es el factor troncal para salvar lo que queda de temporada. El último año y medio ha sido una enorme prueba de fe para cualquier seguidor blanquiazul, por lo que nadie mejor que el aficionado de Anoeta para abrazar las ideas de un profesional que, además de trabajar, ha viajado a Donosti a demostrar que el reto de suceder a Ferguson también puede fundir el aguante de un gran entrenador.
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