“Parece mentira que le hayan hecho esto tras cinco años aquí y en su tierra no le hayamos hecho nada”. Esa fue la frase que me espetó una mujer de Santander el día que contemplaba por primera vez la escultura en homenaje al bueno de Manolo Preciado ubicada en los exteriores de El Molinón. Fríamente, se puede pensar eso y causar sorpresa en gente ajena a la relación que surgió entre el cántabro y el Sporting allá en el verano de 2006. Sin embargo, si nos trasladamos a la pasión inherente al fútbol, ese gesto se transforma en pura lógica.
Cuando Preciado llega al club, viene precedido de una dimisión en el Racing de Santander, todavía en Primera División, tras verse incapaz de reconducir la situación del equipo. El Sporting es un club en plena depresión. Ocho son ya las campañas en las que los gijoneses caminan sin rumbo a través de la Segunda División. El entrenador aterriza con el bagaje de haber logrado en su trayectoria en los banquillos cuatro ascensos, uno de ellos a primera con el Levante UD.
A su llegada, como cualquier otro entrenador y como en cualquier otro club del mundo, tendría partidarios y detractores. Justificar la comunión final entre aficionado y técnico por el hecho de haber conseguido el ansiado ascenso en la temporada 2007/08, sería simplificar el asunto a la mínima expresión.
El Molinón se enamoró de la persona, una persona que colateralmente entrenaba al Sporting de Gijón. En su recorrido al frente del equipo surgieron muchos problemas que fue sorteando: «Soy como El Cid: me habían enterrado y puesto la tapa, pero aquí estoy».
La simbiosis se explica conociendo al hombre. En Gijón encandiló su carácter, su proximidad, su sinceridad e irse a la batalla a pecho descubierto. Sus múltiples infortunios personales dignos del mejor guión dramático imaginable, se habían transformado en sonrisas y alegrías a orillas del Piles: «La negociación ha durado un minuto y medio de reloj. La persona que más contenta va a estar es mi hijo. Él sabe que hay otros equipos que me quieren. Cada día me decía: Renueva, renueva, renueva… Pues le voy a llamar nada más salir de aquí para decirle: Ya está, pesado, ya renové». Su hijo percibía el cariño que la grada tributaba a su padre. ¿Dónde iba a estar mejor que en Gijón?
Saltó a la palestra por ser como es, cuando Mourinho le acusó de regalar el partido contra el FC Barcelona por dar descanso el de Astillero a ciertos futbolistas. «Mourinho en su día dijo que regalamos el partido en el Camp Nou y quizás fue un calentón, pero ha vuelto a reiterarse, y si lo dice como chiste, es muy malo. Si es para que le respondan desde Barcelona, no lo harán, pero si lo dice en serio, es un canalla y un mal compañero». Aquel día, periodistas en sintonía con el portugués y que muy probablemente desconocían si Preciado era rubio, moreno, calvo, o si llevaba bigote o no, pusieron sus plumas y estilográficas al servicio del poderoso y le llegaron a tachar hasta de borracho por tener la osadía de responder al entrenador del Real Madrid. Muchos de aquellos, tiempo después, cuando Mourinho les ninguneaba rueda de prensa tras rueda de prensa, debieron pensar que aquel paisano de voz ronca no iba demasiado desencaminado.
En la temporada 2011/12 la situación del Sporting se viene torciendo desde su inicio.«Ni cuando perdíamos 5-0 éramos la última mierda que cagó Pilatos, ni ahora que ganamos somos el Bayer Leverkusen». El 31 de enero de 2012 el club decide cesar al cántabro tras continuar durante muchas jornadas en puestos de descenso. Lo que debería ser un clamor popular ante la situación del equipo no es tal. Preciado sigue manteniendo casi intacto el favor de la grada. Tras Iñaki Tejada y Javier Clemente, el Sporting no reacciona y se consuma su descenso a los infiernos de la Segunda División del fútbol español.
Al final de la temporada, el de Astillero firma un contrato con el Villarreal CF para la siguiente campaña. No se podrá sentar en el banquillo del Madrigal. La muerte le estaba acechando la noche del 6 de junio. Gijón entró en estado de shock. «No sé a dónde me llevará el futuro, pero hoy por hoy soy un sportinguista convencido y estoy seguro de que lo voy a ser toda mi vida. Pero no sólo yo, lo será mi hijo y la gente que está a mi alrededor porque hemos recibido todo el cariño que uno pueda tener. Voy a ser del Sporting hasta morir,… y pobre del que quiera robarnos la ilusión». Preciado murió siendo sportinguista y la afición sintió su muerte como la de un sportinguista más.
Una vez más, la muerte fortalece vínculos y establece mitos. La afición quiso homenajear al hombre que había calado tan hondo en los corazones de miles de sportinguistas. Aproximadamente 110.000 euros salidos de los bolsillos de los aficionados para financiar una escultura de bronce frente al estadio donde cosechó sus últimos éxitos. Siempre la afición muy por encima de los que “dirigen”, por decir algo, el club y con la muerte como testigo. Sólo así es posible explicar la importancia de esta en casos como el de Quini. Deberemos esperar a que el siete veces pichichi (entre primera y segunda división) nos deje para que alguien haga justicia y el estadio rojiblanco pase a llamarse Enrique Castro Quini. Así de triste es esto. Mientras tanto a alguno se le ocurre ponerle su nombre a una puerta del estadio o si se tercia a la tapa del retrete. Pero ese es otro tema.
Preciado fue el faro en una oscuridad duradera que atrapaba al Sporting, que le situó en el lugar que por historia le correspondía, pero con independencia de la importancia incuestionable de ese hecho la relación de entrenador y afición va más allá. Es un tema sentimental que sobrepasa la parcela deportiva y que une a un paisano que se vestía por los pies con una afición hastiada de capitanes de un barco a la deriva y sin rumbo que no transmitían nada. «La vida me ha golpeado fuerte. Podía haberme hecho vulnerable y acabar pegándome un tiro o podía mirar al cielo y crecer. Elegí la segunda opción«. La vida le asestó el golpe definitivo, un golpe directo hacia la eternidad.
«Mañana sale el sol «
3 Comentarios
Anda que no hay gente aún que no se explica lo que pasó en el Real Murcia …
Gran artículo compañero!
Enorme Miguel, a la altura del gran Manolo Preciado
Gracias compañeros. La inmensa mayoría de los entrenadores son cesados varias veces durante su carrera en los banquillos. Preciado no era una excepción. Entrenadores había muchos como Preciado. En el plano humano, de convivencia, de motivación, de transmisión de conceptos, ideas y opiniones sobran los dedos de la mano para encontrar personas similares. Llegaba a la gente y eso se tiene o no se tiene.