Recuerdo exactamente aquel día. Yo sabía que era del Atleti porque mi padre y mi hermano lo eran, pero aún no había surgido en mí un arraigo especial por los colores rojo y blanco. Sin embargo, todo cambió un sábado de finales de 1993. El Atlético recibía al Barça en el Calderón después de un comienzo de temporada algo irregular y el partido se presentaba como una gran oportunidad de levantar el vuelo. Enfrente teníamos al mejor equipo del momento, el Dream Team de Cruyff, Laudrup y Romario y pronto se demostró que aquello eran palabras mayores. A los 34 minutos ya perdíamos 0-3 y con ese apabullante resultado se llegó al descanso.
Mi padre y mi hermano estaban tan enfadados que dejaron de ver aquella debacle para evitar un sufrimiento mayor. En cambio yo permanecí delante del televisor. No sé que fue, pero algo en mi interior me decía que iba a ocurrir algo especial. Y sucedió. En una de las remontadas más espectaculares de la historia de la liga, nuestro Atleti levantó un marcador tremendamente adverso. Especialmente grabado tengo en la memoria el gol de la victoria. En una rapidísima contra, Kosecki dejó a Caminero solo frente al portero y con un potente y cruzado disparo batía a Zubizarreta. Ese tanto suponía el colofón a una noche épica.
Ganamos el partido, pero lo que yo sentí en aquel momento fue mucho más especial, aquella noche cambió mi vida. Cuando ese balón de Caminero cruzó la línea de gol, a mis tiernos 6 años de edad, mi alma quedó ligada para la eternidad con aquellos colores tan alegres que estampaban las camisetas de mis ídolos.
La exhibición del Cholismo en Londres de ayer fue sencillamente brutal. Los pupilos de Simeone plasmaron sobre el verde todos los valores con los que nos identificamos la familia colchonera: esfuerzo, sacrificio, solidaridad y trabajo en equipo. Los goles de Adrián, Diego Costa y Arda Turán dejan marcados en el calendario una nueva fecha histórica que siempre recordaremos, el 30 de abril de 2014, el día que nos clasificamos para la final de la Champions. Se me eriza el vello cada vez que lo pienso.
Pero eso no es lo más importante, y es que estoy convencido de que lo que se vivió en la noche de ayer en Stamford Bridge sirvió para que miles de niños en España y en todo el mundo experimentaran una sensación similar a la que tuve yo aquel día del otoño del 93. Y eso es mucho más que cualquier triunfo o gesta deportiva.
No Hay Comentarios