El Real Madrid consiguió que el incendio declarado días atrás desde Alemania quedara en simulacro. El conjunto de Carlo Ancelotti dio al mundo una muestra inequívoca de que poseen el mejor contragolpe del planeta tierra, destrozaron a un Bayern Múnich que no resultó ser tan ogro como lo pintaron, todo quedó en segundo plano por culpa de un grupo de atletas que conquistaron la vieja Baviera a golpes de sprint, la recompensa no era una medalla, era algo mucho más importante que tenía a Lisboa como horizonte.
Guardiola calificó en la ida a los jugadores del Real Madrid como «auténticos atletas».
Ataques al espacio
Carlo Ancelloti planteó un partido soberbio, sentó a Isco para meter a Bale y aprovechar los huecos. Aquello fue el eje de todo, el Madrid plantó una rotunidad pasmosa ante Neuer, en ambos partidos el primer disparo a puerta blanco fue gol, una señal inequívoca de que querían el partido más que el aire que respiraban. Guardiola intentó ser fiel a sus ideas y sus planteamientos, adelantó —seguramente en demasía— la línea defensiva de Dante y Boateng, algo que el Real Madrid transformó en una autopista para Ronaldo, Bale y Dí María. La defensa del Bayern es la zona más floja del equipo y aquellas ideas distan demasiado lejanas a las de Pep esgrimía en Barcelona, cuando Piqué y Puyol consiguieron alcanzar una solidez defensiva soberbia a través de aquel planteamiento, los años que vivimos peligrosamente.
El Bayern, sin respuestas
Guardiola introdujo bajo sorpresa de muchos a Kross tanto en la ida como en la vuelta, un jugador que ha tenido poco protagonismo esta temporada, cuyos rumores de salida son más intensos que nunca. Por otro lado, esta vez sí alineó a Müller con la intención de llegadas en segunda línea, pero ni él ni Mandžukić tuvieron apenas ocasiones. Ribéry estuvo desaparecido completamente y Robben era el único que lo intentaba con sus característicos recortes hacia el centro para armar la pierna, algo que no supuso grandes problemas para una zaga incontestable. Lahm regresó al lateral derecho, no eran días para experimentos, aunque tácticamente la lección del italiano rompió todos esquemas de Pep que no supo encontrar respuestas en ningún momento de partido.
Real Madrid descomunal de defensa a ataque
El partido firmado por los integrantes blancos fue de severo sobresaliente. Sergio Ramos consiguió abrir la lata en dos ocasiones firmando la venganza más terrible y sublime ante el destino, para demostrar la coletilla de nuestro blog, que el fútbol es injusto, pero a veces. Pepe volvió a estar en aquel estado de forma de perfección defensiva, y a Luka Modrić únicamente le faltó jugar con un puro en la boca, asombra y asusta la manera en la que un jugador puede jugar así de bien en un partido tan top como este. Bale hizo un enorme sacrificio defensivo ayudando a Carvajal —que se está ganando el Mundial— en las coberturas de Ribéry. Mientras tanto Cristiano volvió a aparecer en una noche grande, cuando el madridismo más lo necesitaba y en el campo más complejo de la temporada, en campos donde se ganan los prestigios internacionales, se rompen récords para la posteridad y se ganan Balones de Oro.
Con 16 tantos Cristiano Ronaldo se convierte en el máximo goleador histórico de la UEFA Champions League en una temporada
Abrazo fraternal
Si algo también queda en las retinas, es el abrazo fraternal entre Di María y Ancelotti, el argentino que tantísimas veces estuvo en el disparadero, el que tantísimas veces vimos con un pie más fuera que dentro de Chamartín ayer se fundió en un abrazo sincero, de compromiso. El argentino se dejó el alma por cada balón, la vida por cada kilómetro, sudó hasta la extenuación para acabar rendido a los brazos de un hombre que le dio la confianza cuando ni él mismo la tenía por todo lo que sucedía a su alrededor en aquellas largas tardes estivales.
Las grandes noches
Hemos visto un Real Madrid capaz de hacer girar el guión establecido, de enterrar a los fantasmas del pasado a base de contragolpes en un equipo plagado de músculo y electricidad, de sacrificio técnico y táctico, la guinda del pastel que Mourinho dejó incompleto, la competitividad más tremenda en el momento más preciso. Seguramente si tiempo atrás se hubiese competido con tanta rotundidad, con tanto carisma, la décima hubiera dejado de ser una obsesión porque ya hubiera estado hace mucho tiempo en las vitrinas de forma imperial para el asombro y deslumbre de Europa, como el Real Madrid de las grandes noches.
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