El fútbol es un juego. Partiendo de esta premisa podemos establecer que el buen jugador es aquel que minimiza los riesgos para con ello conseguir la victoria. Los factores que determinan el resultado final de un partido, de una competición o de una temporada, son de lo más diversos. Errores y aciertos individules, errores y aciertos colectivos, estados de ánimo, lesiones, inercias ganadoras y perdedoras, arbitrajes, suerte en momentos puntuales, estado físico de la plantilla, planificación de la misma, acumulación de partidos y calendario.
Dentro de todos estos parámetros, unos pueden ser más o menos controlables y otros no. Por lo tanto, cuando nos referimos a los tan cacareados estilos de juego, ninguno de ellos te garantiza absolutamente nada. Es tan simple como una elección, un camino que eliges para llegar al objetivo final de todo juego, que es ganar, sobre todo cuando hablamos de un juego profesional que mueve millones de euros y de pasiones. Ayer en Munich se vio un claro ejemplo de lo que conlleva apostar por un modo de juego u otro. Dos estilos que buscaban un mismo fin, la victoria. Si nos vamos al global de la eliminatoria, un 5-0, sin análisis de ningún tipo, la conclusión que alcanzamos es la de que uno de los dos equipos ha sido muy superior al otro. La palabra que yo utilizaría es la de incapacidad de uno para hacer daño al otro.
Nada más finalizar el choque de vuelta, se pudo constatar desde infinidad de medios y redes sociales, el apaleamiento sufrido por Guardiola. Ese apaleamiento es fruto de lo que ha significado Guardiola y su estilo en los últimos años. Es una enumeración de hechos y acontecimientos fruto de una forma de juego en torno al balón, que ha cosechado una infinidad de títulos durante un periodo de tiempo determinado. Muchos de los que han sufrido sentimentalmente esa forma de juego, estaban esperando un día como el de ayer para dar rienda suelta a sus vendettas y frustraciones del pasado. Un estilo que ha ganado infinidad de títulos se intenta ahora vender desde distintos sectores como ridículo, una pérdida de tiempo que no lleva a ninguna parte y un discurso poético sin ningún trasfondo futbolístico.
No existe una receta que garantice el éxito. La clave está en adaptarte a cada situación de la manera más eficaz posible para que los errores individuales incidan de la menor forma sobre el colectivo.
La verdad es que Guardiola se equivoca como lo hacen todos los entrenadores. Ya lo hizo en el pasado, lo ha vuelto a hacer y lo hará. Pero el de Santpedor no es el único responsable del cambio sufrido por el Bayern. Todo el mundo sabe a lo que juega el entrenador catalán. Lo saben los rivales, y lo sabían los dirigentes y aficionados muniqueses. ¿Ha sido acertado un cambio tan brusco en una plantilla demoledora la temporada pasada?. ¿Se pensaban en el Bayern que la idea de Guardiola iba a ser continuista?
El cambio de entrenador del equipo alemán ha supuesto un shock en la mentalidad del aficionado y no tan aficionado clásico del club bávaro. El gen teutón ha sido borrado por completo. El equipo rocoso, fuerte en el juego aéreo, físicamente superdotado, con gran verticalidad, intensidad y alto ritmo de partido, ha desaparecido. A cambio se ha exportado el modelo exhibido por Guardiola en Barcelona y la exportación ha sido total, con sus cosas positivas, pero también las negativas, con todas las consecuencias. Posesión de balón, rapidez en la circulación, laterales ofensivos, falso nueve en determinadas situaciones, ocupación de espacios, presión tras pérdida de balón y asociación en todas las zonas del campo. Por el contrario, también han llegado al Allianz una menor verticalidad, menor número de ocasiones creadas, mayor fragilidad defensiva, errores en el juego aéreo y mayor sufrimiento de los centrales a la espalda de los laterales.
Que decir de Ancelotti. Tras el 3-4 ante el Barcelona y el 2-1 ante el Sevilla, un amplio sector del madridismo ajusticiaba al italiano. No servía. Si recordamos aquellos dos partidos con calma, hay muchos matices que aportar a sus planteamientos. El partido ante el Barça fue extraño y Carlo perdió la batalla del medio campo. Inferioridad numérica y errores individuales tanto en ataque como en defensa lastraron el partido y le hicieron sucumbir.
El partido de Sevilla fue distinto. En una primera parte muy brillante, el Madrid perdonó lo imperdonable con una ingente cantidad de ocasiones. Después, una vez más, tras dos errores individuales, el Sevilla remonta. Cuando los blancos se encuentran por detrás y con los andaluces acumulando hombres en la medialuna del área, el Madrid tiene que tirar de posesión, sí, sí, llevar la iniciativa y buscar espacios donde no los hay. Al final le pasa lo mismo que a los demás. Muchos problemas, tremendas complicaciones para crear situaciones de gol y poca claridad. Final con derrota.
Aquello era una debacle en toda regla. Ancelotti había tirado la liga y el equipo no daba sensación de solidez tras dos partidos plagados de errores defensivos. Detalles que llevaron a la derrota. Los jugadores determinan la bondad o maldad de cualquier planteamiento. En esos dos partidos, a pesar de los errores de Ancelotti, un mínimo de acierto ofensivo del equipo blanco le habría dado los dos triunfos o muchas opciones de conseguirlos.
Esto se puede hacer extensivo a Guardiola en algunos aspectos de la eliminatoria ante el club merengue. Es complicado jugar contra un equipo que lleva varios años teniendo la mejor contra del mundo. Más complicado es si a esos “atletas” que corren tanto, les das pista para que lo hagan. Error mayúsculo, agravado si en rueda de prensa te declaras incapaz de frenarlos. Parece una ofensa variar un sistema táctico para Guardiola, porque en su fuero interno da la sensación que variar algo en función del rival, es renunciar a sus principios, aquellos que él mismo cataloga de irrenunciables. Es en ese momento cuando Pep se convierte en un suicida en potencia y más cuando tu rival ve fortalecido su planteamiento con unos goles muy tempraneros y casi sin amasarlos. En Madrid fue en el minuto 18 el primer acercamiento y en Munich en los minutos 16 y 20, lo que contribuye gravemente a afianzar mentalmente a un equipo y generar dudas en el otro. Es algo inherente a Guardiola, que ya le ocurrió en Barcelona. Desprecio por las virtudes del rival, que el único efecto que produce es agrandarlas y menguar las propias.
Ancelotti ha planteado magistralmente las ayudas defensivas del Madrid. Con jugadores solidarios y espacios, es imposible ganar a este equipo. De otra manera, también lo puede hacer, pero ofreciéndoles carriles a Cristiano, Bale, Benzema o Di María es de locos pretender hacerles daño sin que te lo hagan. En la final se encontrarán un rival acostumbrado a negar espacios y que toman buena nota de lo sucedido en la primera semifinal. Que decir de Mourinho viendo el partido del Calderón. El escenario será diferente, pero el Madrid puede jugar a lo que quiera con muchas opciones éxito. Con espacios no hay color, pero si cambia el guión y tiene que jugar el balón, tiene jugadores perfectamente capacidados para ello. Laterales ofensivos, y futbolistas como Xabi Alonso, Modric, Isco o Benzema que se adaptan perfectamente al toque rápido y preciso. La diferencia radica en la comodidad y en el premio inmediato de una contra bien realizada.
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