Glasgow. 24 de marzo de 2007. Ese día, la lluvia no quiso invitarse a una despedida no planeada. Tras tres victorias en cuatro partidos, la Escocia de Alex McLeish buscaba en Hampden Park volver a la senda del triunfo y olvidar el tropiezo sufrido ante Ucrania en el encuentro anterior. Enfrente, la selección de Georgia, penúltima del grupo B de la Fase de Clasificación a la Eurocopa 2008 y con serios problemas defensivos. El combinado caucásico, dirigido entonces por el alemán Klaus Toppmöller, acudía a la cita con la baja de su principal baluarte en defensa, el milanista Kakha Kaladze, un contratiempo más para un grupo que, hasta aquella fecha, había encajado nueve goles en sus tres últimos partidos. Sin embargo, el protagonista de aquel día no fue el resultado final. De hecho, Escocia venció 2-1 con un gol in extremis de Craig Beattie en el minuto 90. La alegría y alboroto final en las gradas del estadio contrastó con el semblante rígido de una leyenda del fútbol georgiano que, esa tarde, sin saberlo, jugó su último encuentro oficial con la camiseta de las cinco cruces de San Jorge: Shota Arveladze.
Arveladze, anotador del único tanto de Georgia en aquel partido, militaba por entonces en el AZ Alkmaar holandés, donde se había erigido como el escudero ideal en ataque del ariete que terminó el año como máximo goleador de la Eredivisie, Danny Koevermans. Además de los 22 tantos anotados por el corpulento punta nacido en Schiedam, Arveladze contribuyó con 14 goles y seis asistencias. Sin embargo, es posible que una gran mayoría del público que sigue el fútbol español lo recuerde por su estadía en el Levante durante la temporada 2007-2008, la última de su carrera como jugador. Con 35 años a sus espaldas, numerosas lesiones musculares y dos operaciones de menisco en apenas un año, el delantero georgiano dijo adiós a los terrenos de juego de la misma forma que lo hizo durante su dilatada trayectoria como futbolista: trabajando duro y en silencio.
Los problemas físicos de Arveladze y su posterior retirada dejaron, en cierta parte, huérfana de liderazgo a una selección que hasta octubre del año 2011 se sostuvo en las figuras de otros exponentes de aquel Dinamo Tbilisi de mediados de los 90: el propio Kaladze y el actual defensor del Hertha de Berlín, Levan Kobiashvili, primer futbolista georgiano en vestir la camiseta de su selección en 100 ocasiones. Curiosamente, tanto Kaladze como Kobiashvili abandonaron las filas del Dinamo apenas un año antes de que el conjunto caucásico se enfrentase al Athletic de Bilbao en la segunda fase de clasificación para la Champions League 1998-1999. También lo hizo Alex Iashvili, el habilidoso y eléctrico centrocampista que deleitó hace años a los aficionados de Friburgo y Bochum. Allí sí estuvo, sin embargo, el actual presidente del club, Josu Urrutia.
Kaladze y Kobiashvili jugaron su último encuentro en la selección ante Grecia y bajo las órdenes de Temuri Ketsbaia, abriendo el paso a una nueva generación de jugadores que, en mayor o menor medida, es la que se enfrentó a España los pasados meses de septiembre y octubre en la Fase de Clasificación al Mundial 2014. Ambas citas no permitieron ver al que se presume como futuro referente de esta selección: el mediapunta del FK Rostov, Jano Ananidze. El crecimiento de este joven centrocampista ofensivo no ha estado exento de obstáculos, pero la decisión del Spartak de enviar al jugador a esta ciudad ubicada a orillas del Don ha vuelto a ponerle en la primera plana. Tras debutar con apenas 16 años en el Spartak de Moscú, Karpin —el entrenador que le dio la alternativa por primera vez en la Premier League rusa- decidió mandarlo en préstamo para que Ananidze asuma la responsabilidad que, en los próximos años, se le augura en la línea de tres cuartos del conjunto moscovita. Por el momento se ha convertido en el mejor aliado de Artem Dzyuba —otro buen movimiento del Spartak en forma de cesión- con siete asistencias —cinco de ellas al espigado ariete de Moscú-.
Sin embargo, el combinado georgiano sigue buscando socios de garantías para impulsar una selección que en el ámbito futbolístico regional se ha visto superada por el buen trabajo realizado por Armenia. La irrupción de Henrik Mkhitaryan supuso un punto de inflexión para un grupo al que recientemente se han ido sumando otros futbolistas en franca progresión como Aras Özbiliz o Yura Movsisyan —este último, también en el Spartak de Moscú-. De hecho, el combinado armenio mantuvo vivas sus esperanzas de entrar en la repesca del Mundial 2014 hasta el último partido, donde empató con Italia en San Paolo.
Además de Ananidze —que ya suma 32 internacionalidades-, Ketsbaia ha encontrado su káiser particular en la zaga con Guram Kashia, capitán del Vitesse holandés. Curiosamente, es en Arnhem donde el resurgir del fútbol georgiano ha encontrado su punto de partida. Tras varios años de crisis futbolística —derivada también de las dificultades económicas del club- y de coqueteo con los puestos de descenso, el Vitesse volvió a levantar cabeza tras la aparición de un millonario inversor georgiano, Merab Jordania, en agosto de 2010. La llegada de Jordania —exfutbolista del Dinamo Tbilisi con un paso fugaz en el banquillo de la selección caucásica- supuso el comienzo de un nuevo ciclo para un club que, desde entonces, ha combinado una política de incorporación de jóvenes talentos —como en su momento ocurrió con Bony Wilfried- con el fogueo de futbolistas vinculados al Chelsea de Roman Abramovich. Las buenas relaciones existentes entre Jordania y Abramovich han favorecido, de un tiempo a esta parte, la llegada de jugadores como Lucas Piazón, Christian Atsu o Tomáš Kalas. A cambio, además de ofrecerles continuidad y minutos, el Chelsea también se hizo un hueco en un mercado muy apetecible. Así, Marco Van Ginkel puso rumbo a Stamford Bridge el pasado verano, la misma ruta que estuvo cerca de seguir Kashia hace dos años.
Por ahora, Kashia continúa siendo uno de los principales sostenes defensivos de un Vitesse que sigue de cerca el ritmo del líder de la clasificación, el Ajax de Ámsterdam. Sólo se ha perdido un partido de la Eredivisie, por acumulación de amonestaciones, y su desembarco en una liga de alto nivel está cada vez más cerca. Mientras tanto, además de ser el referente del vestuario junto a Theo Janssen, Kashia ejerce de guía para dos jóvenes promesas del fútbol georgiano con un protagonismo desigual a lo largo de esta temporada: Valeri Qazaishvili y Giorgi Chanturia. Ninguno de ellos ha alcanzado todavía el combinado absoluto de su país, pero su potencial invita a pensar que el momento no está lejos. Ambos responden a un perfil de futbolista muy presente en las nuevas generaciones de futbolistas caucásicos y, en líneas generales, del viejo continente: menudos, habilidosos y con una buena capacidad asociativa. Especialmente llamativo es el caso de Chanturia, que tras un breve paso por las categorías inferiores del Barcelona apostó por iniciar su carrera profesional en Arnhem, una decisión que ha dejado luces y sombras hasta el momento. Su talento es tan innegable como guadianescas sus apariciones, algo a lo que ha contribuido el buen momento del ecuatoriano Renato Ibarra, que se desempeña a menudo en su misma posición.
A la espera de que Chanturia y Qazaishvili se sumen a corto plazo a su causa, Ketsbaia puede presumir de comandar un futuro interesante para el combinado nacional si nada se tuerce. Un episodio ilusionante para un país que, antaño, también vibró con jugadores como David Kipiani bajo la bandera de la extinta Unión Soviética o el propio Shota Arveladze tras la independencia de Georgia. Él puso punto y final a su papel en 2007. Ahora, desde el banquillo del Kasimpasa, rescatará viejas sensaciones viendo a Ananidze encarar a los rivales con la misma determinación que le caracterizó. Les seguiremos de cerca.
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