Hace tiempo ya que el inconformismo no es una actitud, sino un privilegio que se compra con dinero. Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que equipos como el SuperDepor de principios de los 90, fichando jugadores de nivel pero a bajo precio eran capaces de plantar cara al poder. O por lo menos era eso lo que todos pensamos, hasta que alguien creó algo como eso, pero a gran escala en la ciudad de Dortmund.
El Borussia pasó su anterior época de gloria en la misma época que aquel Deportivo que quiso hacer algo grande, e igual que sus homólogos españoles, pagaron ese desafío a las leyes no escritas muy caro. Aquel conjunto, de los Sammer, Kohler o Chapuisat… logró la mayor gloria europea a nivel de clubes en 1997 y fue uno de los equipos más admirados del momento, pero la era dorada no duró mucho. Un pobre manejo de la economía del club (el primer alemán en salir a bolsa) y la gestión deportiva hicieron que los resultados fuesen degradándose paulatinamente, hasta llegar a pasar moderados apuros en la temporada 07/08, en la que quedaron en la 13ª posición. Pero como se suele decir, cuando tocas fondo sólo puedes empezar a subir, y en la siguiente temporada llegaría una bolsa de aire a la que el equipo se aferró de forma firme hasta el día de hoy: Jürgen Klopp.
Llegó procedente del Mainz 05 después de hacer un notable trabajo durante algo menos de una década, llevando al equipo a la Bundesliga por primera vez en su historia e incluso a clasificarlos para la UEFA mediante Fair Play. Aquel buen hacer le sirvió para ganarse la oportunidad en el tercer equipo con más campeonatos de Bundesliga, y no la desaprovechó. Le encargaron hacer un equipo competitivo sin un gran presupuesto y la revolución fue inmediata. Se fichó, entre otros, a Subotic (que había estado a sus órdenes en el Mainz) y se subió a Schmelzer del segundo equipo, y el Dortmund quedó en sexta posición en su primer año, una mejora de casi 10 posiciones con respecto al anterior.
Una excelente labor de ojeo permitió traer a jugadores de grandísimo nivel a precios asequibles (sólo uno de los fichajes de la era Klopp superó los 4-5M de euros, y fue Marco Reus esta temporada), y le permitieron hacer un equipo capaz de pelear con los mejores sin gastar contidades tan desorbitadas y no sólo eso, sino también multiplicando el valor de sus jugadores hasta 45 veces (por muy exagerado que parezca), algo que le permitió vender a futbolistas como Kagawa por 14M€ después de ficharlo por 300.000€. Y lo mejor de todo, el gran sistema de búsqueda de talentos le permitió seguir ganando a pesar de la marcha de jugadores clave como el propio Kagawa o Nuri Sahin. No hay más que analizar el 11 inicial del partido de vuelta contra el Real Madrid para ver que dista mucho de los valores de plantilla que se suelen ver en los finalistas de Champions League:
- Roman Weidenfeller (Kaiserslautern, gratis), 2002
- Lukasz Piszczek (Herta, gratis), 2010
- Neven Subotic (Mainz, 4M€), 2008
- Mats Hummels (Bayern II, 4M€), 2009
- Marcel Schmelzer (Borussia II), 2008
- Sven Bender (1860 Munuch, 1M€), 2009
- Ilkay Gündogan (Nuremberg, 5M€), 2011
- Kuba (Wisla, 3M€), 2007
- Mario Götze (Borussia II), 2010
- Marco Reus (Gladbach, 15M€), 2012
- Robert Lewandowski (Lech Poznan, 4M€), 2010
Con lo que podemos ver que 9 de los 11 jugadores llegaron en la era Klopp y el precio total asciende hasta los 36 millones de euros, es decir, sólo 10 millones más de lo que costó Fabio Coentrao a sus rivales y menos de lo que pagó el Bayern por Javi Martínez. Destaca, por ejemplo, ver la procedencia y precio de Hummels, del que el Bayern se deshizo para apostar por Breno (actualmente cumpliendo condena), con desastrosos resultados.
Con el Borussia, la figura del rockero inconformista que lucha contra el poder establecido vuelve a aparecer. Una figura necesaria en una época en la que sólo la moneda parece ser capaz de comprar ilusiones. Emerge así un Titanic que quiere reverdecer aquellos laureles del 97 de la mejor forma posible, contra un rival conocido y gigantesco, ante el que querrán ejercer de Rey David en la temporada culminante del proyecto, que salvo milagro será la última en la que esta generación coincidirá en el Westfalenstadion antes de la desbandada temida para verano. El Bayern no duda a la hora de aplastar a sus rivales, pero en Dortmund sueñan y confían, y eso, la ilusión, es un punto muy importante contra el favoritismo, sumado a una afición que cada noche de fútbol pone el color de la victoria en las gradas.
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