Se llama Kevin de Bruyne. A cualquiera que haya vivido la década de los 80, nada más escuchar su nombre le vendrá inequívocamente una nacionalidad a la cabeza. De Bruyne es, y tiene que ser necesariamente belga.
Aquella selección que vivió una década dorada tenía jugadores como Pfaff, Vercauteren, Gerets, Van der Elst, Vandenbergh, Ceulemans, Vandereycken o Clijsters. Todos ellos nombres muy sonoros y, como el de Kevin, muy “belgas” que conformaron un equipo temible y correoso como pocos y que alcanzó su máximo con las semifinales de México 86. Su jugador de más calidad era Enzo Scifo pero el resto formaban un bloque capaz de complicarle la vida al más pintado y se caracterizaba por algo que se venía echando en falta en la Bélgica de los últimos años: una enorme competitividad.
Se vienen depositando muchas esperanzas últimamente en esta selección pero lo cierto es que van a cumplirse 12 años sin que Bélgica alcance una fase final. Pese a la aparición progresiva de buenos futbolistas no acabó de cuajar ninguno de los proyectos abordados en la última década. Empates contra selecciones mediocres, falta de contundencia en los encuentros como local y un sinfín de excusas terminaban siempre con el mismo desenlace: eliminados y hasta la próxima. Pero analizando la trayectoria de los Diablos Rojos desde el pasado mes de septiembre algo parece haber cambiado por fin. Triunfos en Macedonia, Gales o Serbia se antojaban misión imposible hace solo 2 años. 5 victorias y 1 empate les colocan al frente del grupo A, empatados con Croacia, frente a la que se jugarán la clasificación directa. Pero como mal menor la repesca parece asegurada, algo que ya supone una novedad.
Y viendo jugar a esta Bélgica una de las verdaderas claves- por no decir la clave- radica en la aparición de un joven de 21 años que ha rescatado la más pura esencia del fútbol belga de los 80. Sobre el campo su papel se asemeja más al de un auténtico veterano que tira del carro durante los 90 minutos, algo para lo que los Fellaini, Hazard, Mertens o Dembelé no acaban de mostrarse capacitados. Su zona de influencia es el mediocampo a la altura de tres cuartos. Siempre se ofrece al compañero y transmite una sensación de oficio y consistencia que contrasta enormemente con la edad que marca su DNI. Técnicamente no es un genio pero su nivel es de notable alto, postulándose una y otra vez como lanzador de faltas y córners. Defensivamente no se le caen los anillos, si hay que pegarse una carrera de 50 metros hacia atrás no hay ningún problema. Pero lo que más me ha impactado de él es su constancia y su hambre. Busca rematar a puerta en cuanto tiene hueco pero también interpreta cuándo marcar una pausa y asistir a un compañero que se encuentre en mejor situación que él. Futbolista muy completo pero que de mantener una trayectoria coherente con su edad seguramente llegue todavía bastante más arriba en unos años. De Bruyne es propiedad del Chelsea pero este año ha jugado cedido en el Werder Bremen y sus números son francamente interesantes: 6 goles y 10 asistencias en 30 partidos invitan a soñar y a que los Blues lo incorporen en agosto sin dudarlo un instante.
De momento ya se ha convertido en imprescindible para su seleccionador. En septiembre fue suplente pero acabó jugando 20 minutos en Gales y contra Croacia. En octubre fue titular en Belgrado y desde entonces ya es completamente indiscutible en el once de Marc Wilmots. La meta de Brasil 2014 se encuentra cerca, aunque si no se logra acceder directamente, el rival en la repesca puede resultar tremendamente complicado. Pero Wilmots sabe que es el momento para esta generación que por fin empieza a madurar. Y Kevin de Bruyne, desprendiendo esa inconfundible esencia belga de los ochenta, está llamado a liderarla.
1 Comentario
Bélgica puede ser una de las grandísimas «sorpresas» … Tiene un once titular tremendo!