El mes pasado, después del Milan-Barça, no creía en la remontada del Barcelona, alguien me dijo: “si de algo tiene que servir el fútbol es para ilusionarnos”.
Hace cosa de cuatro meses, el Deportivo estaba en una situación muy complicada. La derrota contra el Espanyol hacía que la salvación se pusiese más difícil, un rival directo ponía tierra de por medio y ganaba una moral que los ha llevado a estar ahora mismo en una situación cómoda de cara al final de temporada. Entonces, Oltra fue cesado, y reemplazado por un Domingos Paciência que, tras conseguir 4 puntos de 6 posibles en sus inicios, siguió la senda que había tomado el equipo con Oltra.
Y llegó el día del Granada. Una derrota dolorosa, muy dolorosa, por 0-3. Los granadinos se alejaban en la clasificación y dejaban hundido al equipo gallego. En ese momento muchos pensaban que el Deportivo llegaría a las últimas cuatro jornadas descendido matemáticamente. Pero algo cambió.
Paciência, con el rabo entre las piernas, decidió dejar el barco al que se había subido poco más de un mes antes para capitanearlo con la intención de cambiar el rumbo. Desbordado por la situación, falto de confianza y de ideas, sin transmitir nada y sin estar a la altura de las circunstancias. Lo que muchos no pensaban es que ese fuera a ser el punto de inflexión que necesitaba el equipo. La llegada de Fernando Vázquez fue cuestionada por buena parte de los seguidores debido a su historial con los descensos, y aceptada por otros pocos.
El entrenador de Castrofeito trajo consigo lo que necesitaba el equipo: analizar la situación, intentar cambiar los errores, aportar ideas y, sobre todo, ilusión y convicción en lo que se hace. Desde el primer día transmitió un mensaje: creer en que la salvación era posible haciéndose fuertes en casa, remando todos a una y con el apoyo de la afición.
Personalmente, me hizo creer en la salvación desde la primera vez que lo escuché hablar. Cuando vi el Dépor-Real Madrid me convenció. Un equipo unido, implicado, y bajo el mando de un Valerón espectacular. Pero los partidos contra el Rayo y el Barça parecieron un paso atrás.
Entonces se cruzo el Celta en el camino. Victoria clara, en el derbi, contra un rival directísimo. Riazor, eufórico, creía. Ahora quedaba ganar en Mallorca, otro encuentro crucial, sin haber ganado fuera de casa en toda la temporada. Y, por si fuera poco, Celta y Zaragoza empataron contra Barça y Madrid. Pero se logró: 2-3, a cuatro puntos de la salvación que marcan los maños y un partido contra ellos este sábado.
Queda mucho, sí, y está muy complicado, pero pocos contaban con llegar a este enfrentamiento en esta situación, ni los más optimistas (entre los que me incluyo). Ejemplo a seguir es el del Fulham de Jimmy Bullard en la 2007/08. Digo de Jimmy Bullard porque buena parte de culpa tuvo en el milagro del equipo londinense. Descendidos en el descanso al ir perdiendo 2-0 en la jornada 36, remontaron ese partido, ganaron los dos últimos, y salvados. Ah, todo esto después de no ganar ningún enfrentamiento directo.
Aun así, pase lo que pase, sólo puedo darle las gracias a Fernando Vázquez por devolver la ilusión, a mí y a tanta gente, porque “si de algo tiene que servir el fútbol es para ilusionarnos”.
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