Marek Hamsik es la figura destacada de una selección eslovaca que se ha quedado fuera del mundial por méritos propios. Quedar tercero del grupo G tras Bosnia-Herzegovina y Grecia, con 13 puntos (el peor tercer clasificado de todos los grupos con seis equipos) cuando las dos primeras alcanzaron 25 puntos, deja en evidencia el nivel mostrado por Eslovaquia, que ni siquiera fue capaz de alcanzar la repesca.
El importante papel de Hamsik en el Nápoles rodeado de jugadores de primer nivel, donde se codea entre los máximos goleadores históricos del club, no se ve acompañado en su selección nacional. Con los referentes de Skrtel o Weiss y en menor medida Gyomber o Pekarik, el bloque eslovaco no pudo repetir el éxito alcanzado en la fase de clasificación del pasado mundial de Sudáfrica, donde cayó en octavos de final ante la subcampeona Holanda y después de dejar fuera en la fase de grupos a toda una tetracampeona mundial como Italia, tras vencerla por tres tantos a dos. Se trata de una selección joven, en cuanto a la formación del país respecta, con jugadores desperdigados por numerosas ligas europeas, con lo que se hace complicado establecer un bloque compacto cuando los jugadores se reúnen en la convocatoria de rigor tras jugar infinidad de semanas en sus clubs respectivos.
El medio napolitano, a sus 26 años, todavía tendrá margen para disputar el mundial de Rusia de 2018, al que llegará una vez cumplidos los 30. Estamos ante una nación pequeña y joven, cuya dificultad para alcanzar citas mundialistas se hace evidente ante el debilitamiento producido tras la división de Checoslovaquia allá por enero de 1993. No obstante, Hamsik todavía se encuentra en una etapa de crecimiento futbolístico lo que le hace convertirse en actor protagonista para escribir letras de oro en la reciente historia del fútbol eslovaco.
