Ronaldo Luiz Nazario de Lima fue el mejor jugador del mundo a temprana edad. Su talento y potencia con la pelota en los pies era sublime, incluso ante las defensas más cerradas y difíciles del mundo, las de la Serie A italiana. A los 21 años ya había ganado un Ballon d’Or después de ganar también el pichichi durante su única temporada en el FC Barcelona, y terminó segundo en la tabla de anotadores en su primera temporada en el Internazionale. Ese verano de 1998, con la 9 verdeamarelha en la espalda, se disponía a disputar la final del Mundial para darle a Brasil el pentacampeonato. Sí, Ronaldo era un predestinado.
Cuenta la historia que un par de horas antes de esa final, en la habitación del hotel donde se concentraban los jugadores de Brasil, Roberto Carlos vio a su compañero de habitación, Ronaldo, convulsionar descontroladamente mientras dormía. Cuando faltaba poco más de una hora antes del inicio de la final, en la hoja oficial del partido no aparecía el nombre de la máxima estrella mundial entre los titulares, había sido llevado a urgencias. En el hospital los médicos lo examinaron y le dijeron que todo estaba bien, no había problemas neurológicos o cardíacos, habría sufrido un simple ataque de nervios. Tener el peso de todo un país a los 21 años puede provocar eso.
Con el alta médica y la afirmación del propio jugador de sentirse apto para jugar, regresó a la concentración del equipo para ser agregado a última hora a la lista de titulares. El entrenador brasileño, Mario “Lobo” Zagallo, cuenta que tenía dudas acerca del estado de Ronaldo pero una vez que el jugador daba su consentimiento voluntario para jugar no podía arriesgarse a dejarlo fuera porque la presión de la prensa habría sido terrible. El pentacampeonato podía estar en los pies de O Fenômeno.
Era el Mundial de Ronaldo, era la final de Ronaldo; o al menos eso pensaba el mundo entero, pero la crónica del partido revelaría otra realidad. La estrella del Internazionale deambuló por el campo del Stade de France durante 90 minutos, perdido y sin rumbo; esa noche el verdadero fenómeno fue Zidane. ¿Hubiese ganado Brasil con Ronaldo al 100%? Nunca lo sabremos. Lo cierto es O Fenômeno tuvo que esperar 4 años para volver a la final, esta vez en Yokohama, y devolverle a Brasil los goles que le robaron los nervios en Paris. Como decimos aquí, el fútbol es injusto, pero solo a veces.