Corría un 30 de Julio de 1966 en Wembley, Londres. Los anfitriones, de la mano de Bobby Charlton, se plantaban en la final tras quedar primeros de grupo para después eliminar a Argentina en cuartos y a la todopoderosa Portugal de Eusebio en semifinales. Hasta 9 goles marcó en aquella edición el delantero portugués. Pero fueron insuficientes para hacer campeona a su selección, que tuvo que conformarse con un tercer puesto ganándole la final de consolación a la Unión Soviética liderada por Lev Yashin.
En el otro lado esperaba la Alemania Federal, que también quedó primera de grupo y posteriormente había eliminado a Uruguay en cuartos y a la ya nombrada Unión Soviética en semifinales. Por aquel entonces era el menudo delantero Uwe Seeler quien capitaneaba a la Die Nationalelf. Un equipo donde ya jugaba un joven Franz Beckenbauer, titular en el centro de la zaga con tan solo 21 años y que marcó 4 goles durante el campeonato.
La final se presentaba con un gran espectáculo futbolístico, dos grandes selecciones europeas se enfrentaban cara a cara en el mágico Wembley. Alemania había ganado su primer Mundial (y por aquel entonces único) 12 años atrás en Suiza y querían revalidarlo ante una Inglaterra que llegaba por primera vez a una final.
La final no defraudó lo más mínimo. Helmut Haller, máximo goleador de aquel Mundial para los suyos con 6 tantos, adelantó a los alemanes a los 12 minutos, pero en el 18 empató Geoff Hurst, el hombre de aquella final sin duda. En el 78, Martin Peters desataba la locura en Londres con un gol que daba el título a los anfitriones, pero Wolfgang Weber empató en el 89. El mazazo fue terrible, y Alemania llegaba mucho más motivada a la prórroga con el gol in extremis del defensa del Koln.
Ya en la prórroga llegó el lío. Justo pasaba el minuto 100 de partido. En ese momento nació lo que hoy en día conocemos como “gol fantasma”. Alan Ball, el 7 de los three lions, se sacó un centro desde la banda derecha que bajó de manera sensacional Hurst dentro del área, con el 10 a la espalda, y se revolvió para enchufar el derechazo de su vida. El balón se estrelló en el larguero y botó en la misma línea de gol. Roger Hunt, que andaba por ahí en busca del rechace, ni se molestó en ir a por el balón y asegurarse que entraba, lo celebró teniendo claro que había sido gol. Pero el árbitro no lo tenía nada claro y rápidamente se dirigió hacia el asistente. Un simple linier que iba a cambiar la historia de todo un país. 96.924 espectadores en Wembley con el corazón en un puño esperando el veredicto de aquel juez de línea, nunca mejor dicho. Y Tofik Bakhramov dijo sí. Aquel linier azerbaiyano se convirtió en un mito en la historia de la selección inglesa de fútbol al concederle el 3-2 a Hurst ante las quejas de los alemanes. Ya en el último minuto de la prórroga, el propio Geoff Hurst puso la guinda al pastel con el 4-2 definitivo para los ingleses convirtiéndose en el único jugador hasta el momento en haber marcado un hat trick en una final de la Copa Mundial de Fútbol.
En aquel campeonato, podemos decir sin duda que el fútbol fue injusto para Alemania Federal, que vio como un linier le “regalaba” el gol de la victoria a los ingleses concediendo como legal un balón que nunca entró.