El Mundial del 58 en Suecia, será recordado por la aparición de un jovencísimo Pelé, quien con 17 años levantaría la primera de sus tres Copas del Mundo (único jugador en haberlo conseguido). También es recordado por ser el Mundial en el que el francés Just Fontaine logró el récord de mayor número de goles en una sola edición: 13. Sin embargo, durante la competición sucedió una injusticia que ha sido olvidada con el paso del tiempo.
Ocurrió en las semifinales, que enfrentaban a la anfitriona Suecia contra la vigente campeona, la Alemania Federal. Los alemanes habían levantado su primer Mundial cuatro años antes, en Suiza, derrotando a los favoritos en la final denominada “el milagro de Berna”: la Hungría de Puskas, “los Magiares mágicos”, quienes llevaban 33 partidos sin perder y habían derrotado a Alemania 8-3 en la primera fase. Por lo tanto, el equipo que dirigía Sepp Herberger, quería volver a alcanzar la final. Ninguno se habría imaginado el partido que tenían por delante, que pasó a llamarse “la batalla de Gotemburgo” por lo vivido en el terreno de juego.
El estadio presentaba una atmósfera inmejorable, con un campo lleno hasta la bandera para animar a sus compatriotas suecos a llegar a la primera final de un Mundial en su historia. Verían como el partido se les ponía cuesta arriba cuando en el minuto 24, Hans Schäfer remacha a gol un tiro de su compañero Uwe Seeler. Transcurridos diez minutos después del gol, llegaría el momento que lo cambió todo: la injusticia. El veterano capitán de Suecia, Nils Liedholm, corta un pase con la mano. El árbitro no se percata de ello, y deja seguir la jugada ilegal, en la que Liedholm habilita a Skoglund para empatar el encuentro. Tras esta polémica, el encuentro se calentó en la segunda mitad. El defensor alemán Ernst Juskowiak, es expulsado en el minuto 59 tras una falta sobre Hamrin (a día de hoy, todavía es odiado en Alemania acusado de “piscinero”). Con un hombre menos, el encuentro se complicó más para los vigentes campeones, pues a falta de un cuarto de hora para el final del partido, el legendario Fritz Walter es lesionado tras una dura entrada. Lamentablemente, no pudo continuar, y los alemanes se vieron obligados a jugar el último tramo de las semifinales nueve contra once. Poco después, en el 80´ marcaría el 2-1 Gren, y a falta de dos minutos, el odiado Hamrin sentenciaría el pase a la final de los anfitriones.
De esta forma, los alemanes no pudieron defender su título ante Brasil y el adolescente Pelé. Por culpa de un gol que no debería haber subido al marcador, y tras un partido en el que todo lo que sucedió benefició a Suecia. Tuvieron que luchar por el tercer y cuarto puesto con el otro hombre del torneo, Just Fontaine. Cuatro años después del “milagro de Berna”, Alemania recordaría amargamente “la batalla de Gotemburgo”.
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Nota: este artículo no habría sido posible sin la la ayuda de Sergio Vilariño, un gran historiador del fútbol.