8 de julio de 1982. El calor del verano apretaba en España y por supuesto en Sevilla. El Ramón Sánchez Pizjuán se preparaba para vivir una de las batallas más épicas que se han podido ver en la historia de la Copa del Mundo. Y también uno de los episodios más escalofriantes.
El mediocampo galo formado por Platini, Tigana, Giresse y Genghini causaba sensación y se quedaba como único representante del Jogo Bonito en España una vez eliminada Brasil. Puro romanticismo. Fútbol de seda. Sin duda los franceses eran los buenos en este enfrentamiento.
Enfrente Karl-Heinz Rummenigge se erigía como líder de una máquina trituradora. Un equipo que no brillaba en lo técnico pero que siempre que tenía que ganar lo hacía. Futbolistas físicamente privilegiados y mentalmente programados para no venirse abajo en ninguna circunstancia. La Alemania Federal de siempre. Los malos de la semifinal.
Encontrarse en un callejón oscuro con Manfred Kaltz o Hans Peter Briegel, ilustres laterales de aquella selección, podía ser motivo más que suficiente para salir corriendo. Pero si había un futbolista intimidador por excelencia ese era Harald Toni Schumacher. No fue Schumacher un arquero brillante y su protagonismo en España 82 tuvo más que ver con su carácter que con sus estiradas. Cierto que solamente contemplar un plano corto suyo mascando chicle podía atemorizar al más pintado. En sus ojos no existía el miedo y podía equivocarse pero absolutamente nunca dudaba.
Lo que sucedió en el minuto 57 de partido persiguió durante muchos años al sucesor de Sepp Maier. Con empate a uno en el marcador, un pase perfecto de Michel Platini encuentra solo en el carril central a Patrick Battiston, recién ingresado al terreno de juego en sustitución de Genghini. Schumacher sale a destiempo, cruzándose en la jugada tarde. Tardísimo. En ningún momento intenta evitar el choque. Su cadera impacta con la cabeza del jugador francés provocándole daños tan serios como una conmoción cerebral y la fractura de una vértebra. La imagen es espeluznante. ¿Penalti claro y expulsión inmediata? El holandés Corver señala saque de portería. Mientras las asistencias intentan recuperar a Battiston, Schumacher juguetea con el balón a la espera de poder sacar de puerta. Irrepetible estampa del malo malísimo tras haber noqueado al bueno.
Aquella decisión arbitral pudo cambiarlo todo, terminando los 90 minutos con empate. Lo de después fue mítico, con una prórroga y una tanda de penaltis que condujo a Alemania a la final frente a Italia. Como tantas veces pasa en la vida real, los malos salían triunfadores.
Battiston tardaría 6 meses en recuperarse pero terminaría por perdonar a Schumacher aquel incidente que perfectamente le pudo costar la vida. Pero la fama de carnicero perseguiría para siempre al irrepetible guardameta germano.