Semifinales de un mundial, enfrente la vigente campeona y el jugador estrella y máximo goleador sentado en el banco.
¿Se imaginan a Sabella o Paulo Bento reservando a Messi o Cristiano Ronaldo en un partido de semejante trascendencia sin ningún problema físico que lo pudiera justificar? Difícil, ¿no? Pues eso fue lo que ocurrió allá por junio de 1938. Evidentemente para el aficionado de a pie el nombre de Leónidas Da Silva es más que probable que no le diga prácticamente nada. El jugador carioca fue el máximo goleador de la Copa del Mundo de 1938 celebrada en Francia, lo que nos puede ubicar ante el tipo de futbolista que nos encontramos. Se trata de el primer jugador brasileño reconocido a nivel internacional, lo que le convierte en un pionero de multitud de jugadores brasileños que han deslumbrado al aficionado hasta nuestros días. Se puede decir sin temor a equivocarnos que estamos ante el primer gran goleador de la historia del fútbol y uno de los precursores a los que se le puede documentar gráficamente haciendo una chilena.
Jules Rimet había llevado el mundial a Francia tras habérselo quitado a Argentina, lo que incumplía la rotación de continentes prevista. Esto conllevó el boicot por parte de diversas selecciones del continente americano. Brasil no fue una de ellas. Vence a Polonia con tres tantos de Leónidas, después Checoslovaquia sucumbe ante la canarinha tras un desempate, en el que el delantero brasileño marca en los dos encuentros. Tras ello nos encontramos una tarde de junio en el Velodrome de Marsella ante el mayor atentado futbolístico de la época. Ademar Pimienta, seleccionador carioca, en un acto que le debería haber inmortalizado escultóricamente en cualquier plaza romana, decide que el máximo goleador del campeonato con un registro de cinco tantos en tres partidos, debe descansar ante el “trámite” que supone jugar una semifinal ante Italia, la vigente campeona del mundo. Hay que reservarle para una final que nunca jugarían. El atrevimiento acaba con la victoria transalpina por 2 goles a 1.
Si este hecho se hubiera producido en fechas más recientes, donde si alguien estornuda en el otro extremo del planeta, es noticia a los cinco segundos a través de redes sociales y medios de información de todo tipo, el tsunami devastador hacia la persona del seleccionador brasileño hubiese tenido consecuencias catastróficas impredecibles. Cualquier programa espacial de larga duración, sería destino aconsejable para tal despropósito.
En este caso no cabría decir que el fútbol fue injusto con Leónidas, sino que sería más acertado afirmar que la arrogancia de Ademar Pimienta mató a la cordura.