Ancelotti, permiso de trabajo con fecha de caducidad
El fútbol, al igual que injusto, tiene contrapartidas que le convierten en grandioso. Si alguien ajeno a él analizase los sentimientos que genera un deporte que consiste en darle patadas a un balón y llevar éste hasta el fondo de un marco llamado portería, realmente se sentiría aturdido por semejantes comportamientos de histeria, pasión y sufrimiento condensados en un balón que pega en un palo, o en un portero que hace la estatua en el partido más importante de su vida.
Sin embargo, el fútbol sin pasión se arrastraría sobre un barro de indiferencia en el que el espectador sería un mero observador de los acontecimientos con un grado de objetividad que el aficionado no puede mantener aunque lo intente.
La temporada sin títulos del Real Madrid sitúa en la palestra diversos aspectos relativos al fútbol y a la entidad blanca que no se pueden obviar ni despreciar. El club de Concha Espina va a firmar un fracaso en el presente año, y cuando la palabra fracaso ronda la cabeza de la gente el siguiente automatismo del cerebro es buscar culpables y respondables de ese fracaso. Es el momento en el que el famoso entorno del Madrid comienza a vestir sus galas más ostentosas, a engrasar sus armas para el duelo que se avecina, en el que el guante azota al ofendido con un descontrol sublime. Ese mismo entorno tenía el arma a punto hace un año, pero la testa de Ramos cambió la pistola por banderas, bufandas y elogios gratis para todos.
Lo cierto es que cuando Florentino Pérez tenía el finiquito del italiano preparado en Lisboa, Ramos se suspendió en el aire para romper en mil pedazos los sueños de todos los atléticos, justo lo mismo que ocurrió con aquel finiquito. La temporada de Ancelotti iba camino del fracaso; una Copa del Rey para un equipo de la entidad y presupuesto del club blanco era un bagaje excesivamente mediocre, más aún cuando en la temporada anterior se había ido de vacío. Hay que recordar que en la “era Ancelotti” han llegado al club futbolistas como Bale, Carvajal, Casemiro, ‘Isco’, Illarramendi, James, Lucas Silva, Kroos, Keylor Navas y ‘Chicharito’, lo que ha supuesto una inversión total de 320 millones de euros. Algunos de ellos no han tenido prácticamente oportunidad de mostrar sus credenciales como futbolistas de nivel para un Real Madrid.
Tras la resaca de la décima, a Carlo se le extendió un contrato de alquiler del banquillo, válido por una temporada. El comienzo no pudo ser más prometedor: el Madrid acaparaba las portadas de los medios afines y no tan afines, ganando de forma consecutiva 22 partidos oficiales. Evidentemente, aquel despliegue de potencia física y futbolística en un tramo tan inicial de campeonato tenía un peaje por pagar, y más cuando las alternativas en el once inicial brillaban por su ausencia. Comenzaron a aparecer lesiones, unas musculares y otras no: James, Bale, Modrić, Benzema, Ramos, Khedira, Carvajal, ‘Isco’, Illarramendi, ‘Pepe’, Marcelo y Coentrão; la lista, como se puede comprobar, es extensísima. Cabe destacar que en el plazo de dos meses, entre diciembre de 2014 y febrero de 2015, se producen nueve lesiones, siete de ellas musculares.
Por el medio, Ancelotti siguió con el ostracismo de determinados futbolistas y la alineación casi por decreto de otros. Los decretos siempre vienen establecidos por quien ostenta el poder y en el caso del Real Madrid el cargo es completamente unipersonal. El innegociable 4-3-3 del italiano muchas veces parecía más una exigencia del palco que un verdadero convencimiento del técnico de que la opción de despoblar el centro del campo en beneficio de una supuesta pegada —que sólo acabó demostrando Cristiano Ronaldo— era lo más acertado para batir a los rivales. La segunda temporada de Bale en el club blanco no puede tener otro calificativo que el de decepcionante, lo cual deja el planteamiento táctico de los tres puntas tambaleándose cual rama azotada por un huracán. Benzema, por su parte, ha mantenido la línea irregular acostumbrada en él, con el aura vitalicia del futbolista que se asocia como nadie pero que la portería contraria parece sacada de un futbolín cuando se trata de definir.
Las intermitencias del francés y el galés no han tenido respuesta desde el banquillo. Tanto ‘Chicharito’ como Jesé (una vez recuperado de su lesión) no han contado con la confianza del técnico, y únicamente la obligación le ha hecho que el mexicano haya entrado en algunos onces en el tramo final del campeonato. Por su parte, el canario ha pasado prácticamente desapercibido; una cosa totalmente contraproducente para un jugador que sale de una lesión importante y necesita imperiosamente contar con minutos para que la recuperación sea total y logre alcanzar el ritmo de competición que tenía antes de la rotura de ligamentos.
Y si en el ataque la gestión ha sido más que mejorable, en el centro del campo podemos establecer los mismos síntomas. Modrić se ha convertido, contra todo pronóstico, en el sostén del equipo; la marcha de ‘Xabi’ Alonso se podía prever como una baja vital para el equipo, pero el croata ha conseguido que nadie se acuerde del tolosarra. Kroos inició la temporada como un valor en alza, al igual que el resto del equipo, pero según ha ido acumulando partidos en sus piernas, y con la desaparición de Modrić de su lado, el rendimiento ha caído de forma importante. James e ‘Isco’ se han convertido, con el transcurso de la temporada, en incompatibles para Ancelotti; los tres del medio del campo hacían que el italiano optase por Modrić, Kroos y James en el once titular, sacrificando al malagueño. Con las bajas, ‘Isco’ ha contado con bastantes minutos que en un primer momento parecía que no iba a obtener. No hay que olvidarnos del experimento de Ramos en el mediocentro: otra muestra más de la desconfianza en ciertos miembros de la plantilla como eran los casos de Illarramendi y Khedira.
En el aspecto estrictamente de juego, el Madrid se ha quedado a medio camino entre las acciones combinativas y las contras relámpago tan recurrentes en las últimas temporadas; en la eterna duda de pausar el juego con hombres como Modrić, Kroos e ‘Isco’, o lanzarse de forma despiadada hacia la portería contraria con las carreras de Cristiano y Bale. Cuando el equipo ha tenido que nadar a contracorriente con el resultado cuesta arriba ante rivales de entidad, siempre se ha recurrido a la velocidad, al séptimo de caballería, y al “balón a la olla” en busca del remate directo de Cristiano, Benzema, Bale o Ramos o a la segunda jugada tras un rechace. Cuando sale bien —como en Lisboa— nadie pierde un segundo en analizar el “cómo”: es una Liga de Campeones, y la forma de alcanzar el objetivo no se discute. Pero cuando esa misma forma te lleva a un callejón sin títulos, los mismos que descorchaban champán llenan de reproches el sistema, las rotaciones, la falta de ideas y de físico. Esta es la resaca del champán de hace un año. Unas veces el cabezazo entra y otras se va fuera.
Dicho esto, con año en blanco el tema entrenador está visto para sentencia, y Ancelotti es el primero que lo sabe. El ciclo del italiano será recordado por obra y gracia de Sergio Ramos ya que, sin aquel cabezazo, Carlo hubiese sido borrado del mapa madridista sin ningún tipo de contemplaciones, y hubiese pasado como otro de tantos técnicos que son devorados por las exigencias del Madrid y del madridismo. Florentino ya está manos a la obra en la confección de la plantilla de la próxima temporada; hay que apaciguar a la masa enfurecida, y el presidente blanco comienza el habitual intercambio de cromos sin más criterio que acaparar, a golpe de talonario, las estrellas emergentes que pudiera haber en el mercado. ¿De qué otro modo si no se puede reforzar la ya de por sí mejor plantilla del mundo? Por suerte o por desgracia, la mejor plantilla no es sinónimo de mejor equipo, y de esa conversión se debe ocupar el próximo inquilino del banquillo ‘merengue’, clave en todo este proceso. Largo se presenta el verano, y más si el gran rival acaba acaparando el resto de títulos que quedan en disputa.
Miguel Mandías