Cinco de mayo, el día que la Juventus volvió a nacer

Lo recuerdo como si fuera ayer: era un domingo cualquiera en casa, de esos en que despertaba temprano para ver los partidos de fútbol del otro lado del Atlántico. Yo vivía en Venezuela, mi país natal, y la diferencia horaria me obligaba a sacrificar unas horas de sueño si quería ver la Serie A en directo por televisión. Era un placer despertar y, sin separarse de la cama, saber que podía tener al alcance de mis dedos a Baggio, Maldini, Batistuta, Del Piero, Ronaldo, Zidane, Rui Costa, Shevchenko, Inzaghi… con apretar un botón podía disfrutar de la jornada del fútbol italiano cada domingo. Pero ningún otro domingo fue como aquel.

Era la última jornada del campeonato, el cinco de mayo del 2002. El Internazionale, dirigido por Héctor Cúper, entrenador argentino recién llegado de España y que había llevado al Valencia a las últimas dos finales de Champions —sin haber podido disfrutar del sabor de la victoria en ninguna—, se encontraba nuevamente ante una instancia decisiva en su carrera. El Inter de Cúper era un gran equipo: sólido, organizado, agresivo, con jugadores motivados a dar la vida por su entrenador. Imaginen al actual Atlético del ‘Cholo’ vestido de rayas azules y negras, pero con dos atacantes llamados Christian Vieri y Ronaldo Nazário. De miedo. El conjunto nerazzurro lideraba la clasificación con 69 puntos, seguido de la Juventus con 68 y de la Roma de Capello, campeona del año anterior, con 67.

La Juventus, de la mano de Marcello Lippi en su segunda etapa como entrenador bianconero, había iniciado un nuevo ciclo luego de haber vendido el verano anterior a Zinédine Zidane al Real Madrid por un precio récord en aquel entonces. Reforzaron el equipo con Pavel Nedvěd, Lilian Thuram y Gianluigi Buffon, el portero más caro de la historia. Lippi había llegado para sustituir a Carlo Ancelotti y darle vida a un equipo que llevaba 3 años sin ganar el Scudetto; para la ‘Vecchia Signora’, tres años sin ese título es una eternidad, igual que el Madrid en España.

Las esperanzas eran escasas para la ‘Juve’. El Inter debía derrotar a la Lazio en el Olímpico de Roma; una Lazio que había perdido su lugar en la Champions League hacía rato, y que parecía desmotivada. Tanto ‘Juve’ como Roma tenían compromisos fáciles ante Udinese y Torino respectivamente, ambos a domicilio, y así lo demostraron con sendas victorias. La lógica dictaba que los tres de arriba cumplirían con la tarea y el Scudetto regresaría a manos del equipo lombardo luego de una larga espera de 13 años. Moratti palpitaba, como toda la afición del Inter.

La televisión italiana transmitió en directo el partido del Olímpico donde el eventual campeón debía celebrar su título al cabo de 90 minutos. Como cada jornada, había un enlace directo a los acontecimientos de los demás campos, pero especial atención se le dio a los encuentros de Udine y Torino, donde romanos y turineses gastaban sus últimos cartuchos. A medida que pasaban los minutos me daba cuenta de que lo que estaba a punto de presenciar sería histórico. La última vez que el Inter estuvo cerca de obtener el Scudetto fue justamente ante la Juventus de Lippi en 1998, y los acontecimientos del derbi italiano de ese año crearon una sombra que se alargaba sobre el equipo nerazzurro cada temporada: las fintas de Ronaldo, la zancadilla de Iuliano que derribó al brasileño en el área y el árbitro que decidió no ver la falta; aquel partido marcó la historia del fútbol italiano moderno. El odio entre las aficiones de ambos clubes aumentó exponencialmente con ese partido, un robo a mano armada según los tifosi del Inter. Cinco años habían pasado y el equipo de Moratti tenía una oportunidad única de borrar los fantasmas, acabar con la pesadilla y finalmente despertar, ver el sol, respirar un nuevo aire y vivir.

El encuentro final ante la Lazio debía ser un trámite. Para los albicelestes de la capital, la victoria podía significar clasificar a Europa League (Copa UEFA por aquellos tiempos), premio de consolación, pero más importante aun era la posibilidad de ganar el partido y regalar al enemigo mortal, la Roma, una oportunidad de ganar el Scudetto. Las aficiones hubiesen firmado la victoria del Inter sin dudarlo, pero los jugadores tenían otros planes. Un gol de Vieri adelantó a la visita y fue seguido del empate de Karel Poborský. Luigi Di Biagio devolvió la ventaja al conjunto lombardo poco antes del intervalo, pero un error de Greško causó de nuevo el empate por cuenta del mismo Poborský. Lo que sucedió durante el intervalo es un misterio tan grande como el ataque de nervios de Ronaldo previo a la final del Mundial ’98. El gol del empate antes del medio tiempo causó un efecto impresionante en los jugadores de Cúper; tan fuerte que ni el mismo argentino, gran motivador, logró rescatar a los suyos. La debacle fue inminente.

La Lazio saltó al campo para cumplir con los 45 minutos restantes, pero fue el único equipo sobre el verde. El Inter se quedó en los vestuarios, o quizás en aquel último minuto, luego del segundo gol de Poborský. El conjunto nerazzurro se paseaba por el campo sin lógica, sin orden, desconcentrados completamente, al borde de un ataque de ansiedad. Diego Pablo Simeone, el “ex” de turno, anotó el gol del 3-2 y evitó celebrarlo por el cariño que le tenía a la afición que hasta hace poco había sido suya. El ‘Cholo’ prácticamente pidió perdón a la grada luego del gol. Los jugadores del Inter se deshacían como galletas. Algunos incluso tenían lágrimas en los ojos regresando la pelota al punto central para continuar el encuentro. Simone Inzaghi, hermano menor del más conocido ‘Pippo’, anotó el lapidario 4-2 que dejaba al Inter condenado a ver nuevamente un título escaparse. Ronaldo Nazário, sustituido por Cúper, lloraba sin consuelo en el banquillo. Pero la tragedia no acabó allí.

Algunos kilómetros al norte, en el estadio Friuli de la ciudad de Udine, la Juventus ganaba 0-2 con goles de Alessandro Del Piero y David Trezeguet. El equipo recién construido por Lippi, de las cenizas y contra todo pronóstico, se encontraba nuevamente a pocos minutos de saborear las mieles del éxito; un Scudetto les caía en las manos directamente cedido por el menos esperado de los samaritanos, el Inter. La Signora volvía a ser dueña de Italia, el Scudetto volvía lucir brillante en el pecho de las camisetas monocromáticas que identifican al club más exitoso de Italia, y Lippi volvía para demostrar que la ‘Juve’ seguía siendo suya, que nunca la dejó, y que esos años de ausencia fueron simplemente una pausa para recuperar energías y volver más fuerte que nunca. El pobre Inter, desolado en la capital, debía ver por las pantallas la celebración del más odiado de los enemigos, con un premio que ellos mismos le otorgaron, y con el castigo adicional que acabar terceros en la tabla por debajo incluso de la Roma, lo que significaba, en esa época, disputar los preliminares de Champions en lugar de clasificar directamente a los grupos.

El cinco de mayo nunca fue lo mismo en Italia. Cada año se recuerda esa fecha como el día que Cúper volvió a perder una final, la tercera consecutiva; el día que el Inter regaló el Scudetto al enemigo y confirmó la maldición que llevaban a cuestas. Para la Juventus, el cinco de mayo representa el día del renacimiento, cuando la suerte les volvió a sonreír y empezó el camino que les llevó, un año más tarde, a ganar nuevamente el Scudetto y, más importante aún, a derrotar al Real Madrid, campeón de Europa, en semifinales de Champions. Sí; la historia tiene la caprichosa costumbre de repetirse cada tanto, y esta noche podríamos presenciar algo mágico. Que ruede la pelota.

Foto de portada: sky.it
Foto destacada: sky.it

Arturo Loaiza

"Vinotinto es mi sangre. Azzurro es mi corazón. Rossonera es mi piel. Fútbol es mi pasión"

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