Cuando el descenso se convierte en un drama
Es complicado explicar a quien no comparte la pasión por el fútbol lo que se siente al ver que tu equipo está en descenso o cerca de la zona peligrosa de la clasificación. Cuando tu equipo pierde y sus perseguidores ganan, acercando así tu amor al pozo, la semana no es igual, los días pasan todavía más despacio de lo habitual, mientras esperas que llegue de una vez el próximo domingo para que tu equipo tenga la oportunidad de salir de ese tenebroso túnel en el que se ha metido.
Seguidores de los equipos de la parte baja de la tabla entenderán este sufrimiento. Incluso el poderoso Borussia Dortmund ha llegado a estar colista de la Bundesliga hace pocas fechas, viviendo imágenes cerca de lo más dramático. No sería la primera vez que grandes equipos, con plantillas diseñadas para pelear por y en Europa, acaban en lo más bajo de la clasificación, y una vez entras en esta pelea, los nervios y la experiencia en este tipo de situaciones juegan un papel fundamental. Este año no será diferente, por supuesto. Sólo hay que ver las apuestas de futbol en William Hill para darse cuenta de que la lucha por la supervivencia, va a estar de lo más apretada.
Lo que antes era un pequeño salto de categoría, se ha convertido en un auténtico abismo. Ahora los clubes de Primera División luchan por mantenerse… Con vida. Lograr la permanencia, debido a la gran cantidad de número rojos que existen hoy en día en el mundo del fútbol, es la única forma de sobrevivir. Antes quedar entre los últimos suponía dar un paso atrás y, con un poco de suerte, que esos directivos que no tenían ni idea de lo que estaban haciendo se marchasen, llegase gente nueva, y comenzar un nuevo proyecto bien estructurado. Hoy caer a la Segunda División puede significar decir adiós al fútbol de élite para siempre, llegando incluso a suponer la desaparición de la entidad.
Por eso tu cara es distinta a la de cualquier otro. Nadie a tu alrededor entiende por qué tu cara tiene un extra de penumbra esta semana. Ellos son de los equipos grandes, de los que, por mucho que pierdan, siempre van a tener la Champions… Y si la derrota es en Europa, siempre les va a quedar la Liga. No sienten el miedo al abismo, sólo cierto temor a cerrar la temporada sin títulos; no les asusta que cada partido pueda ser el último por culpa de, en caso de descenso, no poder asumir la deuda que el club ha contraído. Viven en su mundo, en su feliz mundo, en el que es fácil vivir, porque ser de los que ganan es así de sencillo; pero mientras ellos alzan la cabeza para mirar hacia los primeros puestos, tú la bajas rezando para que, al llegar a la parte más profunda de la tabla, por arte de magia, los que ayer estaban por encima de tu equipo hoy estén por debajo.
Y es que ser de un equipo modesto es casi una religión, si le quitamos todas las connotaciones negativas que hoy en día puede tener todo tema relacionado con este asunto. No tiene sentido tanto amor por unos colores si no compartes el mismo sentimiento, pues es difícil entender desde fuera como ese futbolista, que parece cojo, es el ídolo de la afición. Como pese a estar perdiendo, la fe se mantiene hasta el último segundo, esperando a que cualquier rebote, cualquier milagro, acabe en gol a favor de tu equipo. ¿Y si tu equipo pierde? ¡Da igual! Lo dieron todo sobre el campo, ¿cómo no vamos a aplaudir si han dado todo lo que tienen? Trata de explicarle a alguien que no siente lo mismo por qué la ovación a tu equipo cuando pierde es mayor que cuando gana. Es imposible.
Redacción EFEI