Jaka Ihbeisheh: internacional vía Facebook

En la primera mitad de los 80 el mundo era muy diferente a como es a día de hoy: hace 30 años, la democracia en España era un niño pequeño que daba sus primeros y temblorosos pasos, Yugoslavia era una potencia deportiva que aunaba bajo una misma bandera la diversidad de sus comunidades, la guerra fría estaba en pleno auge y la madre patria Rusia competía con el capitalismo de Estados Unidos; mientras, en Oriente Próximo, Palestina era más grande e Israel más pequeña que lo que hoy marcan sus inestables fronteras.

Modern Talking, The Police o el eterno “Thriller” de Michael Jackson sonaban en las radios; en España, el atemporal “El Imperio Contraataca” de Los Nikis causaba furor y la universidad era un hervidero de jóvenes ávidos de disfrutar la sociedad que les tocaba vivir. El campus de la universidad de Zagreb era uno de esos lugares: infinidad de jóvenes de toda Yugoslavia llegaban a cursar sus estudios. También había extranjeros, por supuesto; y como no todo es estudiar, surgen las relaciones interpersonales y, a veces, incluso nace el amor. Algo así ocurrió al comienzo de los años 80 entre una estudiante de Ljubljana y un chaval que hablaba raro y que decía venir de Ramallah. Esa relación creció y creció hasta dar como fruto a un chiquillo que se llamaría Jaka. Dicen los científicos que el enamoramiento no es más que una reacción química que ocurre en el cerebro y que, pasados unos meses, se acaba: la pareja multicultural de nuestra historia podría utilizarse de ejemplo demostrativo de ello y cuando el pequeño Jaka tenía tres años, en 1989, el padre se vuelve a Palestina. Madre e hijo se quedan en Ljubljana.

En 1991, tres meses después del estallido del conflicto armado y tras la Guerra de los diez días, Eslovenia consigue la independencia. Los eslovenos siempre se sintieron más cercanos a los italianos que al conglomerado de serbios, croatas y bosniacos con los que formaban país, por lo que su salida fue la más rápida y menos traumática de todas las que se irían produciendo después en la zona.

Ya como país y viviendo en paz, el joven Jaka empezó a despuntar dando patadas a una pelota. Un modesto equipo de la capital, el NK Interblock, es con el que debuta en la tercera división eslovena. Cinco años en el club y dos ascensos que le hacen debutar en la máxima categoría del país. Poco duró Jaka en la primera división, pasando a ser uno de esos jugadores que acumula partidos y temporadas en el segundo nivel: Slovan, Aluminij, Krško y vuelta a la élite de la mano del Primorje, algunos minutos de nuevo en primera con dos grandes como el Rudar Velenje y el Domžale hasta cambiar de nuevo de colores, y asentarse de manera ya definitiva en el NK Krka de Novo Mesto.

Es en su etapa en el ND Slovan, con 21 años, cuando las dudas acechan la cabeza de Jaka. Su madre no le ha ocultado nada: sabe que su padre se fue a Palestina y, aunque no ha vuelto a tener contacto con él, le gustaría saber algo más. Descubrir, escuchar de la boca del protagonista, los motivos de su marcha.

Tres años atrás, en la Universidad de Harvard, se había gestado una red social cuyo nombre acabaría siendo Facebook: su crecimiento había sido exponencial y, en 2007, ya era un movimiento mundialmente conocido. Jaka decide que ha llegado el momento de volver a retomar una relación que se disipó cuando sólo tenía tres años de edad. La búsqueda a través de esta novedosa red social no es fácil: acertar con los términos de búsqueda puede resultar todo un desafío, pero la madeja empieza a tomar forma y los contactos son positivos. Como en la mejor de las historias, Jaka encuentra a su padre en la localidad de Ramallah.

Tras meses y meses de contactos, de charlas a través de Internet y de multitud de correos y mensajes, Jaka consigue un visado, un billete de avión y, con una maleta llena de miedos e ilusiones, viaja a Palestina. Allí no sólo se reencuentra con su padre, sino que también se enamora de una ciudad y de un país que le atrapan desde el primer momento.

Desde ese preciso momento, una idea martillea sin cesar la cabeza de Ihbeisheh. Sólo hay un objetivo: llegar a representar al combinado palestino a nivel internacional. Los trámites no fueron, ni mucho menos, sencillos pero se finalizaron a tiempo de llegar a ser convocado para el primer gran torneo de Palestina: la Copa Asiática de Australia’15.

Jaka cumplió su sueño un 13 de diciembre en Dubai. Primera camiseta para la colección en una derrota por 1-0 ante uno de los gallos —lobos para ser concretos— de la confederación asiática: Uzbekistán es el rival del debut y el que les doblega por un simple 1-0. Luego llegaría un segundo amistoso ante la China de Alain Perrin y el torneo continental en sí. La historia de Palestina en el torneo es conocida: muchos problemas para configurar una plantilla por dificultades con visados, incompatibilidades laborales y lesiones de última hora. Tres derrotas en tres jornadas ante Jordania, Japón e Irak: tres lecciones ante unos vecinos y casi hermanos, ante el gigante del sol naciente, y ante unos luchadores liderados por Younes Mahmoud. Tres derrotas y un solo gol anotado. Sí: aquel chico esloveno que vivió el desmembramiento de su país cuando apenas había dado sus primeros pasos, es el mismo que ha marcado el primer gol de su “otro” país en su primer gran torneo. Amor, fútbol, Facebook y un gol en el minuto 85. Eslovenia y Palestina: tan diferentes y tan unidas en Jaka Ihbeisheh.

Dani González

Entrenador Nacional de Fútbol. Me encanta el fútbol underground y sobre este fútbol escribo. El fútbol asiático, una pasión.

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