AFC Bournemouth, el equipo que sedujo al sol
En Bournemouth (Dorset, Inglaterra) encontramos el refugio donde el sol va a meditar cansado del enclaustramiento al que le someten las nubes cuando trata de aparecer por otra región. Las sombrillas, probablemente visibles desde una estación espacial, imitan a Neil Armstrong en su día clavando sus patrióticas banderas particulares y reclaman como suyo parte de ese terreno. Los más frágiles observan todo desde la comodidad de una arquetípica silla plegable de madera y rayas blanquiazules que intentan mimetizarse con el azul del agua y la blanca espuma del mar. La dorada arena que da nombre al estadio del conjunto local (Goldsands Stadium), el AFC Bournemouth, bien podría ser una moneda de cambio con la que los aficionados del club querrían comerciar a cambio de ofrecerle un billete sin retorno a ese brillo dorado para que deje las playas y se mude a las vitrinas del equipo. Y es que desde su fundación en 1899, el AFC Bournemouth nunca ha militado en la máxima división inglesa. Como si de una broma de mal gusto se tratase, en 116 años solo han sido capaces de vivir a la sombra de la gloria de los mejores, condenados a décadas oscuras en divisiones inferiores. Mientras, el sol brillaba jactándose de la ironía de aquello, extendiendo sus inabarcables brazos en forma de rayos que repicaban sobre las gafas de sol de cientos de turistas.
La costa sur de Inglaterra sorprende al visitante, siempre tan embriagado por el seductor perfume del prejuicio con una postal playera que contradice toda representación mental que nos hagamos de las islas británicas, donde para el extranjero solo habitan dos colores, que además comparten piso y habitación: el verde de su vegetación, bendecida por las lágrimas de un cielo deprimido constantemente, y el gris, que observa desde el firmamento y preside la vida de todos los británicos como en un Show de Truman llevado a la realidad. Pero esta temporada el Bournemouth se ha plantado. Exhausto por su situación ininterrumpida durante años y años por el atemporal astro solar, los de Eddie Howe quieren que ese sol invada también las insulsas vitrinas de trofeos y el humilde tapete verde sobre el que sus jugadores saltan en cada partido para conseguir emborracharlo con goles, que se despierte en el Goldsands Stadium y su brillo patrocine la etapa más remarcable y exitosa del club.
Formado en 1899 bajo el nombre Boscombe FC (un suburbio de Bournemouth), el equipo disputó sus primeras temporadas entre la Hampshire League y la Southern League, de la que llegaron a ser subcampeones. A ese primer amago de gateo, le siguieron sus primeros pasos tras ser refundado como Bournemouth & Boscombe Athletic y comenzaron a competir en Division Three South, donde lo más memorable fue una sexta posición. Entonces llegó el barro inmundo y pegadizo, el sonido que precede al silencio y a la muerte. Llegó la 2º Guerra Mundial, que obligó a posponer el fútbol y la vida prometedora de muchos enterrándola bajo escombros causados por los misiles que solo ven obstáculos donde hay vida. En la campaña 1946-47, tras la reanudación de la competición liguera, rozó nuevamente la gloria con un subcampeonato un año después. Ya en la 58-59, la Division Three North y South se unieron en una única división. Sin embargo, el equipo no supo digerir está reorganización del campeonato llegando a descender a la Division Four en la 70-71, como un inocente niño al que cambian a una escuela demasiado exigente y llora durante los recreos con melancolía, cuando aún no sabe que aquella palabra existe.
El conjunto cherrie no tardó en recuperar la categoría al año siguiente, y lo hizo con la actual denominación tras ser nuevamente refundado y nombrado como AFC Bournemouth. Comenzaron entonces dos décadas convulsas, que llevaron a aquel equipo de las playas doradas y paradisíacas a moverse entre la Division Four y la Three sin conseguir acercarse más que a una tercera plaza a la copa cuyo activo más valioso es ese reflejo del rostro orgulloso del campeón, del alpinista que ve su penuria recompensada con la inscripción de su nombre en aquel metal. La Division Three fue renombrada y organizada bajo la denominación Division Two, que más tarde volvería a renombrarse como League One (la Tercera División inglesa en la actualidad) y acogió entre sus brazos a un AFC Bournemouth que parecía condenado a la mediocridad que cruelmente sentencia a los equipos de mitad de tabla y les hace cuestionarse su existencia y la elección de esa profesión. Pero todo cambió en la temporada 2012-13. Esa mediocridad que se adhería al uniforme del AFC Bournemouth como una segunda equipación, una segunda piel, se dio a la fuga con la consecución del ascenso a Championship (lo equivalente a la Segunda División inglesa). Tras una primera campaña en la que resultaron décimos, los de Bournemouth, negando esa mediocridad casi genética asociada a su historia, pretenden enfrentarse a su propio ADN y lograr el ascenso a la Barclays Premier League por primera vez.En la actualidad, lideran la clasificación y los de Eddie Howe parecen educados para el éxito. El sol debe apadrinar a su hijo en adopción maltratado durante años y para lograr dicho cometido el once de gala titular que están utilizando esta temporada es un 4-4-2 que ha ganado once partidos, empatado tres y perdido otros tres (cosechando 41 goles a favor y 15 en contra). Sus jugadores más interesantes son el central Steve Cook, el mediocentro Harry Arter, el centrocampista situado en la banda derecha Matt Ritchie (7 dianas y 11 asistencias en 27 lances) y el delantero relampagueante Callum Wilson (14 tantos y 6 pases de gol en 26 apariciones).
Probablemente penséis, que aburrida y espesa la clase de historia sobre años que parecen tan lejanos como una suerte de reliquias exóticas cuyo valor y procedencia somos incapaces de reconocer adecuadamente. Pero precisamente el objetivo es intentar transmitir esa sensación de impotencia y medianía de un club que está ante el mayor reto de su longeva vida. Acostumbrados a equipos que conviven día a día con las medallas, que son una extensión de sus extremidades creadas únicamente para recoger premios, el AFC Bournemouth está intentando que, al menos, le dejen asistir a esa gala, aunque tenga que asistir con un esmoquin de segunda mano, raído por los bajos del pantalón, con coderas cosidas sobre otras coderas que se vieron obligadas a jubilarse de tanto arrastrarse bajo las alambradas de hierro mientras el fuego a discrección de los verdaderos ganadores resoplaba sobre sus cabezas. Asistirá pudiendo dirigir su mirada acostumbrada a la oscuridad y verá que la luz solar ya no es algo que se mofa de su travesía y que no hace daño a la vista. El AFC Bournemouth será recordado como el equipo que sedujo al sol.
Sergio G. Arias