Jordi Cruyff, el heredero frustrado

FIcha tecnica Jordi Cruyff

Pronunciar el apellido “Cruyff” (del neerlandés Cruijff) es sinónimo de calidad, de clase, de liderazgo, de goles antológicos, del ‘Barça’ de la década de los 70, de quitarse el sombrero y de levantarse de los asientos; también lo es de ‘Dream Team’, de maestría, de la etapa más gloriosa —con el permiso de Pep— de la historia azulgrana.

Y es que el término “Cruyff”, futbolísticamente hablando, siempre estuvo, está y estará asociado a Johan; pues a pesar de que algunos defienden a capa y espada aquello de que, si eres hijo de un magnífico escultor, tus probabilidades de interesarte por la escultura y de convertirte en una versión mejorada de tu progenitor están destinadas a aumentar, también hay que tener en cuenta la exigencia, la carga del apellido, la responsabilidad que entraña ser ‘Het koningskind’ (“El niño del rey”, como algunos conocen a Jordi en tierras holandesas), capaces de acabar pasando factura a cualquiera.

Y eso es lo que debió ocurrirle al bueno de Jordi: el único varón de los Cruyff que, superado por la situación desde el primer momento en que se enfundó la casaca azulgrana, pareció dejar su figura a medio hacer.

 

Comienzos prometedores

Nacido un 9 de febrero del 74 —ocho días antes del histórico 0-5 endosado por los ‘culés’ al eterno rival en feudo madridista, y fruto de un parto provocado para que su padre pudiera llegar a tiempo de disputar dicho clásico—, Jordi Cruyff creció en un entorno tan apasionadamente futbolero como ‘culé’, lo cual acabaría situándolo en la cantera azulgrana en 1988 con sólo 14 años, coincidiendo con la llegada de su padre a Barcelona como entrenador del primer equipo. Tras un lustro subiendo escalafones dentro de la prestigiosa factoría catalana, el joven futbolista vería recompensado su esfuerzo más pronto que tarde.

Corría la pretemporada 94-95, con un ‘Barça’ defenestrado tras la debacle de Atenas, con Romario a la gresca y el club inmerso en pleno proceso de reconstrucción tras la “fuga” de los Laudrup, Zubizarreta y compañía. Aquel ‘Barça’ sin alma perdía 4-0 al descanso frente al modesto Groningen en la primera cita de su stage por tierras holandesas cuando apareció, como caído del cielo, un chaval de nombre catalán, apellido distinguido, aspecto flacucho y cabello dorado que, a media parte, contribuía con un hat-trick al definitivo empate. Ahí empezaba todo para el imberbe Jordi Cruyff.

El ‘hijo de Johan’, tal y como lo conocían por aquellos tiempos en el Mini Estadi, era un delantero escurridizo, no excesivamente rápido pero tampoco lento, diestro pero con aceptable zurda, técnico, buen cabeceador y polivalente de mediocampo hacia delante que, tras una gran campaña en el filial, se había convertido en una de las esperanzas para la afición ‘culé’, la cual se aferraba a la posibilidad de sinergia entre la nueva hornada de canteranos que venían pisando fuerte desde abajo y los retales que aún quedaban de la época más dorada de la historia ‘culé’ hasta aquel momento.

 

Salto a la élite y etapa como azulgrana

Era domingo, 4 de septiembre de 1994, Partido del Plus. El ‘Barça’ visitaba, en la 1ª jornada liguera, al Sporting de García Remón en El Molinón, con Jordi Cruyff esperando su oportunidad desde el banquillo: “Ha demostrado que tiene un puesto en todos los equipos de la Primera División española. A mí me parece un futbolista muy, muy bueno”, llegó a comentar el sempiterno comentarista inglés Michael Robinson, en la previa de aquel encuentro.

Con un 2-1 favorable a los asturianos, se producía el ansiado estreno de Jordi Cruyff en Primera, que saltaba al verde en detrimento de Txiki Begiristain para acabar completando un debut poco más que testimonial.

Conforme pasaban las jornadas, el hijo del míster se mantenía como un habitual en las convocatorias del primer equipo, llegando a partir en numerosas ocasiones como titular y cumpliendo con creces en la faceta goleadora; méritos que le valdrían el aprobado al término de una temporada en la que, a pesar de la sequía de títulos a nivel colectivo, todo parecía transcurrir según el camino marcado en el apartado individual.

Tras una primera temporada de adaptación al fútbol de élite, la segunda del joven atacante en ‘Can Barça’ no sería en absoluto sencilla: después de un año de sequía y con alguna que otra espina (humillación de Atenas, 5-0 del Bernabéu,) aún clavada en el corazón, el aficionado ‘culé’ comenzaba a dudar del cruyffismo. Para colmo, Jordi sufrió una lesión en el menisco de la rodilla izquierda durante la temporada que lo mantuvo alejado de los terrenos de juego durante seis meses y estuvo a punto de provocar su retirada del fútbol profesional.

Fue una temporada convulsa, en la que un cisma entre los partidarios del presidente Núñez y los seguidores acérrimos de Johan acabó con la destitución del técnico holandés, a falta de dos jornadas para la conclusión del campeonato liguero, con el equipo ya sin posibilidades matemáticas de alzarse con el título. Tras él hacía las maletas, dos meses más tarde, su hijo Jordi, asediado por la tortuosa persecución de la prensa catalana, que ya hacía tiempo que había dejado de yacer en la mesa matutina de los Cruyff.

Así, el joven delantero hispano-holandés se despedía del club catalán, tras haber pasado de ser ‘la gran promesa’ a recibir sátiros apelativos como ‘el hijo de’ o ‘el enchufado’, y con un rendimiento que distaba mucho del ofrecido en su primera campaña como azulgrana.

 

Internacionalidad con Holanda y Eurocopa ’96

Aunque nacido en Holanda, Jordi había crecido y madurado en España; el dictamen de su corazón, más rojo que anaranjado, parecía evidente a la hora de elegir combinado nacional.

Nada más lejos de la realidad: contra todo pronóstico, el aspecto futbolístico terminó pesando más que el sentimental, y el hispano-holandés acabó decantándose por vestir la camiseta orange, consciente de que el combinado dirigido por Guus Hiddink se caracterizaba por practicar un estilo de juego mucho más acorde a sus características futbolísticas que el llevado a cabo por la, para muchos, rácana España de Clemente.

Así pues, a pesar de la grave lesión sufrida durante la temporada que lo tuvo apartado de los terrenos de juego hasta el mes de marzo, el seleccionador holandés Guus Hiddink decidió incluirlo, junto a ilustres como Edwin Van der Saar, Dennis Bergkamp o Clarence Seedorf, en la lista de seleccionados para disputar la Eurocopa de Inglaterra’96, donde Jordi Cruyff disputó los cuatro encuentros (todos como titular) del combinado orange hasta su eliminación, llegando a anotar un gol contra Suiza.

 

Rumbo a Manchester

Con el crédito ­—si es que alguna vez lo tuvo— agotado en Barcelona, el tercer hijo de los Cruyff decidió emprender una nueva aventura lejos de tierras catalanas: pese a recibir propuestas del Atlético de Antić, del Ajax de Louis Van Gaal, e incluso del Real Madrid de Capello, la ciudad elegida fue Manchester.

Los dirigentes y técnicos del United, embelesados por la posibilidad de que lo que en aquel momento era una simple promesa pudiera convertirse en realidad a corto-medio plazo, apostaron por él; olvidando, quizás, el riesgo que suponía incorporar a un jugador que, tras dos años en la élite y con una grave lesión de por medio, no había logrado despuntar. Así fue como, en un fichaje no exento de trabas burocráticas y económicas, el conjunto dirigido por Alex Fergusson consiguió hacerse finalmente con los servicios —previo pago de 130 millones de pesetas— de un jugador que llegaba bajo la vitola de gran promesa, y con claros atisbos de convertirse en un crack mundial en cuestión de dos o tres temporadas.

Durante su primera temporada como integrante de los ‘Red Devils‘, y compartiendo vestuario con jugadores de la talla de Peter Schmeichel, David Beckham, Roy Keane, Ryan Giggs, Paul Scholes o Eric Cantona, el joven Jordi Cruyff sólo pudo confirmarse como un jugador útil, técnico, de un perfil distinto al resto, que deslumbraba en los entrenamientos pero que carecía de lo necesario para convertirse en un hombre importante en Old Trafford.

Pero si la campaña de debut en la Premier League no fue del todo satisfactoria para el internacional holandés, menos lo serían la segunda y la mitad de la tercera, en las que las lesiones musculares y la falta de confianza se confabularon para lastrar la progresión del prometedor delantero.

 

Breve periplo en Vigo

Tras una temporada y media sin apenas oportunidades, donde estuvo a un paso de recalar en equipos como Salamanca o PSV Eindhoven, en enero de 1999 Jordi Cruyff es cedido al Celta de Vigo en una clara búsqueda de los minutos que nunca tuvo en Old Trafford. Pero, para sorpresa de todos, el hijo de Johan no logró consolidarse como pieza importante del conjunto celeste durante los seis meses que duró su periplo por tierras gallegas. A Jordi le tocaba retornar a Manchester de la misma manera que se fue: sin sentirse protagonista.

 

Vuelta al Manchester United

Ante la imposibilidad de encontrar un nuevo destino que le permitiera seguir progresando sin tener que abandonar el fútbol de primer nivel, Jordi Cruyff decidió permanecer una temporada más en Manchester, a la espera de unas oportunidades que nunca llegaron.

A lo largo de la temporada 1999/2000, Jordi pasó más tiempo en la grada que sobre la hierba, por lo que parecía una obviedad que su etapa en Manchester había tocado su fin, y que todo atisbo de poder llegar a ser siquiera una cuarta parte de lo que fue su padre se había desvanecido completamente. Tocaba, pues, desligarse de la entidad británica y buscar acomodo en otro club de menor nivel, como haría cualquier jugador de apellido mortal.

 

Etapa en el Alavés

Con 26 años y en plena etapa de desencanto personal y futbolístico, el jugador hispano-neerlandés sabía que ya no podía permitirse seguir probando fortuna en clubes de primerísimo nivel: ahora era un jugador más, un jugador del montón, de los que tienen que buscarse el pan si quieren sobrevivir futbolísticamente. Y eso fue lo que hizo el bueno de Jordi.

Durante el verano de 2000, el Deportivo Alavés, en su afán por armar una plantilla de garantías para afrontar su primera temporada en competición europea, decidió incorporar a Jordi Cruyff como pieza importante de su proyecto. El jugador, que canceló un preacuerdo que mantenía con el West Ham desde hacía meses, y que llegó a declarar “quiero jugar donde se sufra”, se decantó finalmente por la oferta alavesista; atraído, entre otras cosas, por la presencia de José Luis Esnal ‘Mané’ en el banquillo vitoriano.

En Álava fue, seguramente, donde el jugador vivió su mejor etapa como futbolista. Reconvertido a posiciones más retrasadas, con peso específico dentro del vestuario desde su llegada, y con más de un centenar de partidos disputados durante las tres temporadas que estuvo en el club, Jordi volvió a sentirse futbolista y pudo disfrutar de una dulce etapa de madurez, personificada en la final de UEFA 2000/2001 frente al Liverpool, en la que los blanquiazules cayeron cruelmente con autogol de Delfi Geli en el 117’, y en la que Jordi había logrado el empate a 4 en el minuto 89 del partido.

Tras consumarse el descenso de categoría del Alavés al final de la temporada 2002/2003, Jordi Cruyff y el conjunto ‘babazorro’ dieron por concluida su relación contractual.

 

Espanyol y “semiretirada”

Después de tres buenas temporadas en Vitoria, era previsible que llegarían ofertas veraniegas por el futbolista. Como ya parecieron presagiar las paredes en el final de aquel popular anuncio de pinturas que meses antes había protagonizado, Jordi acabó decantándose por el blanquiazul de un Espanyol entonces entrenado por Javier Clemente. Quizás la perspectiva de volver a Cataluña, la tierra que lo había visto crecer y en la que dio sus primeros pasos como futbolista, fue un factor decisivo a la hora de decantarse por la propuesta blanquiazul.

Durante su etapa en territorio ‘perico’, que se limitó a una campaña, el futbolista se atuvo a cumplir con su cometido, volcando en el terreno de juego las últimas dosis de fútbol que guardaban sus castigadas piernas. En Montjuïc completó Jordi la que sería su última temporada en el fútbol de primer nivel, pues al finalizar la campaña 2003/2004, el jugador decidía poner punto y final —que, a la postre, acabaría siendo un punto y seguido— a su carrera como futbolista debido a los continuos problemas de rodilla sufridos.

 

Vuelta al fútbol de la mano del Metalurg Donetsk

Tras dos años apartado de los terrenos de juego a nivel profesional, en los que se limitó a disputar encuentros a nivel amateur a la par que hacía las veces de entrenador en las filas del conjunto holandés de veteranos AVV De Volewijckers, el ya veterano jugador fue convencido por su amigo ‘Pichi’ Alonso, entrenador del Metalurg Donetsk de 2006 a 2008, para embarcarse en el esperanzador proyecto del club ucraniano. Propuesta que sedujo a Jordi Cruyff y lo llevó a retomar la actividad futbolística a nivel profesional, a pesar de sus limitaciones físicas. Allí coincidiría, durante su primera temporada, con el también exbarcelonista Samuel Okunowo.

La experiencia de Jordi Cruyff en Ucrania no fue novedosa solamente en el aspecto geográfico e idiomático, sino también en el tema posicional: el entrenador holandés ‘Co’ Adriaanse, con el que había coincidido durante su periplo en el AVV De Volewijckers, decidió reconvertirlo a las posiciones de mediocentro defensivo y defensa central, llegando incluso a realizar funciones de líbero en aquellas ocasiones en las que, tanto el técnico holandés como posteriormente su sucesor en el banquillo, el belga ‘Jos’ Daerden, lo creyeron oportuno.

 

Aventura en el Valletta FC y retiro definitivo

Después de un año de inactividad, en julio de 2009 —ya con 35 años y habiéndose planteado nuevamente la posibilidad de la retirada—, Jordi Cruyff recibió la que sería la última propuesta de su carrera deportiva. Se trataba del Valletta FC, club puntero de la primera división maltesa, donde Jordi compaginaría las labores como asistente del técnico holandés Ton Caanen, con las de futbolista de la primera plantilla.

En el conjunto maltés, Jordi llegó a jugar la ronda previa de clasificación para la UEFA Europa League.

En junio de 2010, Jordi decidió, esta vez de forma definitiva, poner fin a su actividad en los terrenos de juego. Y lo hacía con 36 años y doce operaciones a sus espaldas, pero con un bagaje que, a pesar de no ser el esperado en sus inicios, seguro que será recordado como positivo por el propio jugador: con la participación en una Eurocopa y tras haber jugado en dos de los clubes más importantes del mundo y degustado el ambiente futbolero en cuatro países diferentes.

Jordi Cruyff, un tipo con suerte pero sin suerte: un niño sobreprotegido que tuvo que hacerse hombre a base de tortazos del entorno. Un tipo sensato y honesto que, aunque quizás algo tarde, supo deshacerse de los grilletes que lo habían mantenido aprisionado en la oscura celda del legado paterno durante años.

 

MOMENTO CUMBRE

Debut en la Eurocopa de Inglaterra’96 frente a Escocia, encuentro en el que partió como titular en el once de Guus Hiddink, junto a estrellas de la talla de Dennis Bergkamp.

 

MOMENTO INJUSTO

Final de UEFA 2000/2001 perdida contra el Liverpool, en la que Delfi Geli puso el 5-4 definitivo a favor de los ‘Reds‘ con su gol en propia meta en aquel fatídico minuto 117.

 

TRAYECTORIA EN CIFRAS

Trayectoria Jordi Cruyff

Trayectoria seleccion Jordi Cruyff

Trofeos Jordi Cruyff

Fuentes bibliográficas: www.blaugranas.com; www.metallurg.donetsk.ua; www.vallettafc.net; www.aek.com.cy; www.maccabi-tlv.co.il; www.futbolingles.es; www.transfermarkt.co.uk; www.ceroacero.es; www.bdfutbol.com; www.nl.wikipedia.org; www.youtube.com; www.martiperarnau.com; www.resultados-futbol.com; www.elpais.com; www.mesmarken.nl; www.futbol-tactico.com

Leandro Serrano

El fútbol me interesa porque es una religión benévola que ha hecho muy poco daño. Futbolero empedernido desde 1990. Columnista en El Fútbol es Injusto.

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